Opinión

La trampa de la prostitución

Los que me conocen saben que siempre me pongo a favor de los débiles. Porque desde ese estado del ser es dificilísima cualquier lucha. Y esta sociedad nos mete la guerra dentro, nos hace vivir en continúa ofensiva unos contra otros. Por eso mismo estoy en contra de que se legalice la prostitución. Porque creo firmemente que poner a disposición de cualquier extraño tu cuerpo no es un trabajo. Es una tragedia. Porque creo que a eso solo se llega por pobreza, marginalidad o pánico. Nadie, absolutamente nadie en su sano juicio, desea dedicarse a ser penetrado, besado, baboseado o quebrantado por dinero. Otra cosa es la adicción sexual, pero eso es un trastorno mental, y no se cobra. Otra cosa es que la vida te haya llevado por el derrotero de la prostitución y ese mal te haya convertido en una persona rota y atemorizada que ha perdido el norte y la fuerza. Una persona que quizá ya no pueda dedicarse a otra cosa que a vender su ser.

Y no es de extrañar, porque las prostitutas no están amparadas por los Estados. Y los proxenetas siguen campando a sus anchas y haciendo vil negocio con ellas. Por eso, no se puede legalizar, sería una trampa; esos seres infames pasarían de ser explotadores sexuales a empresarios y encubrirían sus actuaciones bajo el manto de la explotación laboral. Por eso, lo fundamental es un cambio de paradigma encabezado por la igualdad. Y mientras, una ley contra la trata y los proxenetas, ahora solo perseguidos con poco ímpetu. Lo urgente es ayudar a los que han tenido que prostituirse con todo tipo de medidas que les permitan salir de ese infierno. No se puede legalizar la tragedia.