Opinión

Guardián de secretos

El tiempo no es un buen guardián de secretos. Al contrario, disfruta desvelándolos. Hace unos días, un hombre fue detenido en Barcelona por el asesinato de un niño holandés cometido hace 20 años. Días antes, las autoridades estadounidenses detuvieron en Nueva York a un antiguo guardia nazi de 95 años, Jakiw Palij, y lo deportaron a Alemania. Menos mal que estaban en España y en Estados Unidos, de haber estado en Bélgica seguirían allí, con la querencia de este país por acoger a todo bicho viviente.

En 2005, el criminal de guerra y líder del grupo militar Águilas Blancas en Visegrado, Milan Lukic, fue detenido en Buenos Aires tras rastrear las autoridades una llamada de teléfono que hizo a su mujer, diez años después de huir de Bosnia. En este caso, «solo» tardaron una década en encontrarle en un café de La Recoleta, mientras abrazaba a su mujer y jugaba con su hija de 4 años, tras ordenar matar, violar y torturar a miles de mujeres y niñas musulmanas durante la guerra de los Balcanes, entre otros muchas barbaridades. La justicia tiende a esconderse, a esperar en la sombra, y lo hace a conciencia. Posiblemente por vergüenza ajena, consciente de que en su nombre se cometen las mayores injusticias. No sé qué clase de justicia puede recaer sobre un nazi de 95 años ni qué justicia pueden esperar los padres del pequeño asesinado hace dos décadas. La justicia que tarda en llegar, no lo es. Quizá por eso, cada día confiamos más en la justicia divina o , aún mejor, en la justicia poética. La poesía siempre consigue que todo suene mejor.