¿Extraterrestres?

La NASA y la ESA lo confirman: el objeto interestelar 3I/ATLAS es muy raro

La ciencia tiene sus ojos puestos en el cometa interestelar 3I/ATLAS, un cuerpo celeste con una composición anómala, riquísima en dióxido de carbono, que ya muestra una actividad inusual en su largo viaje hacia nuestro Sol

3I/ATLAS
Ilustración del objeto interestelar 3I/ATLAS JS/DesignerJS/Designer

Los astrónomos se enfrentan a un dilema que tiene su origen a años luz de distancia. Un viajero llegado de otro sistema estelar, bautizado como 3I/ATLAS, ha puesto sobre la mesa dos posibles explicaciones para su extraña naturaleza, y ninguna de ellas es sencilla. La gran pregunta que se hacen los científicos es si este cometa tiene un origen realmente insólito o si, por el contrario, fue su largo y solitario viaje a través del espacio lo que alteró su composición hasta convertirlo en una rareza. Este tipo de visitantes cósmicos son de gran interés, y la NASA ya ha confirmado la llegada de otros objetos interestelares a nuestro sistema solar, lo que convierte cada nuevo avistamiento en una oportunidad única.

De hecho, la raíz de este rompecabezas científico se encuentra en la composición química de su atmósfera o coma. Las mediciones del telescopio espacial James Webb, uno de los cuatro grandes observatorios que lo vigilan, han revelado que contiene una proporción de dióxido de carbono y agua de ocho a uno. Se trata de una de las concentraciones más elevadas jamás documentadas en un objeto de este tipo, un dato que descoloca a los expertos.

Además, su comportamiento no hace más que alimentar el misterio. El cometa ya mostraba una notable actividad, desprendiendo gas y polvo, cuando se encontraba a seis unidades astronómicas del Sol. Este despertar se produjo mucho antes de lo habitual para un cuerpo helado, a una distancia donde el calor de nuestra estrella es demasiado débil para iniciar estos procesos, un hecho que recoge el medio Science Alert.

En este sentido, un esfuerzo coordinado entre los telescopios Hubble, SPHEREx, TESS y el ya mencionado James Webb busca arrojar luz sobre el asunto. Las observaciones del Hubble han permitido estimar que el núcleo rocoso del cometa mide unos 2,8 kilómetros de radio, un tamaño que no justifica la anomalía química por sí solo. Aunque fue catalogado oficialmente el 1 de julio de 2025, los registros previos lo detectaron ya en mayo de ese mismo año, confirmando su temprana actividad.

Una cita con el Sol para resolver el enigma

Así pues, la primera de las teorías para explicar esta composición anómala sugiere que el cometa 3I/ATLAS simplemente se formó en una región rica en dióxido de carbono de su sistema estelar natal. Si este fuera el caso, el cometa sería una especie de fósil químico que nos ofrecería una valiosa instantánea de las condiciones que reinaban en su lejano lugar de origen. Descifrar su procedencia es clave, un desafío similar al que se enfrentaron los científicos al rastrear el origen de un objeto interestelar que resultó ser mucho más antiguo que el Sol.

Por otro lado, una segunda hipótesis plantea un escenario bien distinto: que el cuerpo celeste naciera en un entorno sometido a una intensa radiación durante millones de años. Esta exposición prolongada habría alterado profundamente su estructura química original, transformando su composición hasta dar lugar a las extrañas proporciones que se observan hoy.

En cualquier caso, la comunidad científica aguarda una fecha clave para intentar resolver la incógnita. El próximo 29 de octubre, el cometa alcanzará su máxima aproximación al Sol, un momento en el que el aumento de la temperatura podría revelar nuevos secretos sobre su naturaleza y, con suerte, decantar la balanza hacia una de las dos explicaciones.