Opinión

Barullo

El cielo sobre mi valle montañés se ha abierto enloquecido. Lluvia torrencial, rayos y truenos. Observo que las nubes altas viajan de este a oeste, y las bajas, todo lo contrario, de oeste a este, y de sur a norte. Un barullo. Metáfora de la actual España. En Barcelona, en un teatro, el presidente de la Generalidad de Cataluña, Chistorra, se ha despachado a gusto. En otra nación ya le habrían mandado a los guardias o a los loqueros. Aquí, el presidente «okupa» de la Moncloa le ofrece el regalo del refrendo anticonstitucional. Lo que ha dicho el supremacista Chistorra, entre otras huecas chulerías, es que exige la autodeterminación, la república catalana y que no aceptará una condena del Tribunal Supremo a los golpistas encarcelados. Encarcelados por la Justicia y encomendados a su custodia, porque hoy en día, el carcelero de los golpistas es el propio Chistorra, lo cual se me antoja una divertida extravagancia. Barullo. Por la denuncia de dos opositoras histéricas, tatuadas y suspendidas, ha sido cesado y enviado a la Reserva con cuatro años de antelación un brillante y leal Almirante de la Armada, don Alfonso Gómez y Fernández de Córdoba, con una hoja de servicios extraordinaria. El Consejo de Ministros de «okupas» de la Moncloa ha robado, a instancias de la ministra de los papos confusos, toda una vida de sacrificio, servicio y dedicación a España. Barullo. Lo que se castiga en el Almirante, se premia en Marlaska, el ministro del Interior, que por sentido del respeto y el buen gusto, ha restringido la exhibición de tatuajes en los componentes de la Guardia Civil. Barullo. El sector más politizado de la Judicatura en España, esa asociación torpe y falsariamente denominada Jueces Para la democracia, más política que judicial, ha apoyado a la juez de Valencia que ha denegado la solicitud de Eduardo Zaplana de obtener la libertad provisional para luchar contra su enfermedad irremediable y de comprobada recaída. Zaplana tiene leucemia, cáncer de sangre, y puede morir en prisión en los próximos meses porque no es un terrorista de ETA. Bolinaga, consiguió el permiso, y si le preguntan a Manuela Carmena, quizá ella se atreva a reconocer que abrió las puertas de las cárceles a decenas de asesinos etarras que padecían enfermedades más tratables en prisión que la que hoy sufre Eduardo Zaplana. A un etarra se le concedió la libertad para sanar de unas varices hemorrágicas, y a otra terrorista se le permitió abandonar la cárcel, con treinta años de condena, para someterse a un tratamiento de fecundación artificial. Barullo. Aquí, la única que sale ganando, y mucho, es la esposa del presidente del Gobierno que ha sido contratada por un Grande de España para arreglar los problemas de África. Y no pongo en duda la buena voluntad de la contratación. La eximia y nueva profesora del Instituto de Empresa, tiene como objetivo promover la «multicanalización sin segmentos de los africanos en 360 grados», que lógicamente, es la solución. En mis visitas al África negra, y de mis encuentros con los zulúes, masáis, bosquimanos, tutsis, Hoshas, watusis y pigmeos, deduje que su mayor preocupación no era otra que la multicanalización o megacanalización sin segmentos en 360 grados. Y ahora, la sabia y pedagógica esposa de nuestro presidente «okupa» puede despreocupar a las tribus africanas gracias a la generosa y desinteresada apuesta de un noble español. Barullo.

Pero el gran barullo, como el de las nubes que se han apoderado del cielo de La Montaña, nos viene de Cataluña, donde un chulo ha retado al Estado, y los administradores de ese Estado, le han puesto el culo a su disposición y gozo. Y eso no es barullo. Es traición. Y si no se suspende la autonomía y el racista de aspecto atroz persiste en su reto, es muy probable que la violencia se apodere de la vida cotidiana de los catalanes, cuya mayoría no piensa tolerar la humillación de España.

Solucionar el barullo de las nubes es sencillo. Basta con esperar. El barullo de la traición y el golpe de Estado no admite espera. Hay que actuar. El 155 y convocar elecciones en España. Con el permiso soviético de la camarada Mateo.