Opinión

A la calle o al juzgado

El individuo se llama Albert Donaire, Alberto Donaire en Canarias. Es Mozo de Escuadra, y por ello, miembro de las Fuerzas de Seguridad del Estado, dado que Cataluña es España, Patria y Estado. Es violento y lógicamente va armado. Desea enfrentarse a tiros con la Guardia Civil y la Policía. –Somos más-, ha dicho. No conoce bien la Historia reciente de Cataluña. La sublevación independentista durante la Segunda República, la reacción del Gobierno republicano, el envío de refuerzos de la Guardia Civil y la sumisa rendición de los Mozos de Escuadra a la Benemérita. Pasaban ante unos pocos guardias civiles formaciones enteras de Mozos de Escuadra que entregaban sus armas y municiones. Otros, buscaban su libertad huyendo por las alcantarillas de Barcelona con el consejero de Interior al frente de la fuga. Eduardo Manzanos, que fue un estupendo director de cine y muy notable poeta satírico lo dejó escrito en un terceto: «Pues nada, un perro que ladra/ y se rinden al momento/ todos los Mozos de Escuadra».

Por otra parte, el violento Donaire sabe que un alto porcentaje de los Mozos de Escuadra en la actualidad son constitucionalistas y han optado por defender el marco legal. Un servidor del Estado que manifiesta sin reparos el desprecio al uniforme que viste, al sueldo que percibe, y al deber que se le exige, con la chulería propia de los majaderos peligrosos, y afirma que «la insurrección es el único camino» y «que hay que abrir las cárceles para que salgan a la calle» los líderes del golpe de Estado fallido porque «nadie del Gobierno español puede impedirlo», es, ante todo, un traidor a lo que es, a lo que prometió y a lo que representa. «Si somos muchos, España no controlará Cataluña ni con todos los policías y militares del Estado». Donaire exagera. Con la Guardia Civil y el Cuerpo Nacional de Policía hay suficiente para controlar Cataluña. Con los militares, en principio, no tema. Sólo en una situación límite los militares se verían en el triste deber de defender Cataluña de los catalanes separatistas, que son, les guste o no, tan españoles como los de Cuenca, Jaén, Burgos o Santander.

Lo que resulta inexplicable es que el golpista violento Donaire no haya sido desarmado y pueda seguir vistiendo el uniforme de los Mozos de Escuadra. Un tipo como él, es un peligro público, no una solución de paz y de orden . Donaire, el Mozo de Escuadra chulo y violento, tendría que estar ya sin armas en la calle o sentado ante el juez instructor y el representante de la Fiscalía, pero la plácida debilidad del Gobierno de España, que se mantiene en la ocupación del Poder gracias a los que piensan como Donaire, evitará que este mamarracho desalmado pierda su condición de agente de la Seguridad en Cataluña. A nuestro «okupa» monclovino lo único que le importa es seguir gastando el dinero público con los helicópteros, arrasar con la independencia ideológica de los profesionales en TVE y RNE, y vivir su sueño de hadas en La Moncloa mientras los guardias civiles y policías que velan por su seguridad y se cuadran a su paso sean de nuevo abandonados por la cobardía de los gobernantes. En este caso, a la cobardía habría que añadir el simple y sustancioso interés personal.

Hay Mozos de Escuadra admirables, pero me temo que silenciosos. La metástasis del cáncer de la sinrazón se ha instalado en los páncreas de muchos catalanes que piensan como Donaire. No así los empresarios, que día tras día se van de Cataluña en busca de la tranquilidad. Más de 4.500 empresas se han instalado en otros lugares de España, y Cataluña ha perdido a las más importantes con sede en su territorio autonómico. Están consiguiendo algo inconcebible e injusto. Que muchos españoles aborrezcan a Cataluña olvidando a los millones de catalanes que son mayoría y han despertado de su letargo y cómoda somnolencia. Son los jueces como Llarena y los catalanes que se enfrentan a la marea de los lazos defecados los que están dando la cara por Cataluña y el resto de España.

Un Mozo de Escuadra como Donaire no tiene sitio ni lugar en la normalidad. Tiene que ser desarmado, devolver el uniforme, y marcharse a la calle sin privilegios o al despacho de un juez de Instrucción acusado de traición e incitación a la violencia. Y ya mismo.