Opinión
Adiós, TVE
No he sintonizado con TVE en todo el verano. Tampoco con La Cuatro y La Sexta. Y me considero, quizá por ello, altamente informado. Las noticias las sigo en Antena-3 y posteriormente, para aliviar mis veinte minutos de siesta, salto a «National Geographic» y me dejo acompañar por hipopótamos, morsas y pingüinos de verdad, no por imitadores de hipopótamos, morsas y pingüinos. Se me antoja inconcebible que una nación democrática occidental tenga en su cadena oficial y pública de mayor raíz y poder, la síntesis de la información soviética. Se han quedado con ella los de Podemos, y lo han hecho como les gusta. Sin complejos y fusilando la dignidad profesional de centenares de prestigiosos periodistas que no ofrecen sus culos al poder. Las cadenas de televisión privadas, con coherencia o no, pueden hacer lo que quieran. Televisión Española nos pertenece a todos, la pagamos entre todos y no resulta tolerable que se haya convertido en el órgano de información de un grupo estalinista que para colmo, pierde partidarios y militantes todos los días a pesar del regalo recibido. Estoy plenamente de acuerdo con Eduardo Inda. Un español libre, de derechas o de izquierdas, que siga a diario las noticias de España y del mundo a través de TVE, deja de serlo inmediatamente y se convierte en un borrego estabulado.
El PP jamás supo valorar el poder de TVE. Siempre se la entregó a sus adversarios, si bien se mantuvo el matiz de la simulación. Durante el rajoyismo, que tan caro nos está saliendo, sólo la vicepresidenta del Gobierno era personaje público del partido gobernante intocable. Podemos es consecuencia de los muchísimos millones de euros venezolanos e iraníes invertidos en propaganda. Y las cadenas de televisión siempre se mostraron encantadas dando aire y publicidad a estos desalmados estalinistas, más falsos que un billete de 17 euros. Con la ocupación del poder por parte de Sánchez, el PSOE resentido – hay otro PSOE, pero está callado–, los comunistas, los nacionalistas, los separatistas y los terroristas, TVE se ha convertido en una cadena cubana, venezolana e iraní controlada a distancia por el multimillonario de origen húngaro Soros. Sea recordado que la primera visita que recibió en La Moncloa el «okupa» consorte de especialista en África y negocios de masajes, fue la de Soros, que algo importante tenía que decirle y ofrecerle.
Los periodistas partidarios de las delicias del poder no han abierto la boca para defender la canallada sufrida por sus compañeros de TVE. En la memoria llevo los lamentos, las repulsas y los lloriqueos de la profesión periodística cuando Ana Pastor y Julia Otero se sintieron agraviadas. En España hoy triunfa el periodismo militante en el poder estalinista, y no es exageración ni crítica caprichosa. De TVE ha salido disparado tras recibir una brutal patada a traición el periodista independiente, aquel que tenía la obligación, fueran cuales fueran sus inclinaciones ideológicas, de informar con neutralidad a los ciudadanos. Eduardo Inda ha bautizado a la nueva TVE como la Tverka, y no anda lejano al acierto.
Se critica mucho y negativamente la actuación inhumana y hostil de Rosa María Mateo con sus más ilustres compañeros de TVE. Pobre mujer. No es nada. Ella se ha limitado a cumplir a rajatabla las instrucciones recibidas del estalinismo podemita y sanchista, y es mero instrumento de la infamia, la obediente ejecutiva y ejecutora de la vergonzosa depuración. Pero más allá de eso, carece de interés.
Televisión Española ha desaparecido. Lo que ha desaparecido no merece la pena buscarlo pulsando un botón del mando a distancia. A viejos y queridos rostros de sus destacados periodistas les han crecido las arrugas del odio y la venganza. Salen más feos y lo que és más grave, más feas. Han roto en chungos. Tampoco se pierde mucho renunciando a no ver lo invisible. La salud es lo que importa.
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