Opinión

El cañón de confetti

El jueves de la pasada semana una sensación de verdadera y auténtica inquietud se había apoderado de muchos despachos en La Moncloa. El nerviosismo se hacía patente en la propia reunión de subsecretarios. Lo que se había planificado como un arranque de curso parlamentario en el que se marcarían agenda, con pomposos anuncios sobre política de vivienda y el plato estrella de la aprobación del decreto para exhumar los restos de Franco, se había convertido en un una lluvia de golpes iniciada por el líder de Cs, Albert Rivera, y secundada por varios medios de comunicación poniendo contra las cuerdas al jefe del Gobierno a cuenta de la paternidad primero y la calidad después de su tesis doctoral. Había que retomar a toda costa la iniciativa y contraatacar de la única manera posible y con la única arma a disposición de un Gobierno maniatado y con apoyos tan escasos como poco fiables y que no es otra más que el cañón que nos riega de confetti en ausencia de pólvora real. Es el cañón que Sánchez hizo disparar en el citado acto del lunes en la Casa de América, «avanzamos».

Derogación de la «ley mordaza» para lo que no se cuenta con mayoría suficiente –la propuesta ya se estrelló en un pasado intento de desgastar al gobierno de Rajoy– y reforma constitucional para suprimir los aforamientos. ¡Acabáramos! Resulta que ni hay consensos, ni mayorías ni realismo a la hora de afrontar una reactualización de la Carta Magna sobre todo en lo relativo al melón territorial y ahora se convierte en un calamar introducido en la chistera de Sánchez para arrojar toda su tinta sobre otra cuestiones menos agradables. Mal síntoma el recurrir a algo tan serio como agitar la constitución a cuenta del tacticismo en el cotidiano juego político. Lo de Casa de América, además de una insegura declaración de intenciones a medio plazo –horas antes Sánchez no le descartaba a Ana Pastor en la Sexta la eventualidad de elecciones en 2018– pretendía glosar los muchos palos tocados en tres meses de gobierno, sin embargo más que de balance, el olor que se desprendía era el del humo de pólvora por el disparo que marca el pistoletazo de salida a lo que será una larga y nada indolora precampaña electoral. Conviene ser consecuentes entre la realidad y los deseos, una cosa es pretender estirar el máximo posible el chicle de la legislatura y otra bien distinta disponer de un mínimo de solidez en el suelo que se pisa. Las cosas no se presumen sencillas y los asesores encargados de mantener incólume la imagen de Sánchez en una urna de cristal y oro lo saben porque ya lo han comprobado. La descoordinación entre departamentos, ministros en forma de enanos crecidos y una desaceleración de la economía a la que no se resisten ni el marketing ni el postureo político del momento en que repercute en los bolsillos del ciudadano pueden suponer demasiado plomo en las botas. Tal vez por ello, muchos avispados, escaldados y curtidos en batallas reclaman en las cañerías orgánicas del PSOE ponderar el activado del «botón electoral». Es la ley de la gravedad.