Opinión
Máster de exterminio
He leído la información firmada por mi gran amigo Juan Luis Carrasco con la relación de especies en peligro de extinción en el mundo y en España. Datos aportados por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza. En España, la iniciativa privada ha rescatado de la extinción al águila imperial y al lince ibérico. La iniciativa pública al oso pardo, y me alegra y asombra que se reconozcan 625 ejemplares vivos de urogallo cantábrico. Quizá en Asturias, porque en Liébana, que tan profundamente conoce Juan Luis, no queda ni una pareja del gran gallo del bosque. Las cifras van y vienen a capricho de las subvenciones, las ayudas estatales, las europeas, el esfuerzo de los propietarios de fincas, la competencia de la guardería, y la labor de las organizaciones profesionales. San Lobo ha multiplicado por diez su presencia en España, y los malvados ganaderos son los culpables de su propia ruina. El mayor peligro para la supervivencia de las especies en peligro viene del ecologismo «sandía» y los partidos buenistas que pretenden arreglar el mundo y España hostigando hasta su extinción a una especie animal prodigiosa sujeta a la extravagancia de los populistas. Una especie que ha creado arte y cultura durante siglos.
Y me refiero al toro de lidia, al toro bravo, que desaparecería si algún día los resentidos, con o sin máster de exterminio animal, logran alcanzar su propósito de prohibir la fiesta de los toros en España. Es muy sencillo emocionar a los tontos sensibleros con la imagen de un toro agonizando junto al burladero. Pura demagogia. Como si el arte de la tauromaquia hubiera nacido para impedir el desarrollo de una especie. Esa especia vive y se cría con toda suerte de cuidados en las dehesas de España porque sólo con la Fiesta su supervivencia está garantizada. El doctor Sánchez no debe dejarse influir por el profesor Iglesias, promotor de la creación de un «Máster de Exterminio del Toro de Lidia», que tendrá mucho éxito entre los animalistas simples, los histéricos adversarios de la caza y los bondadosos podemitas que sollozan con la imagen de un toro banderilleado y no con la visión de un depósito de cadáveres con decenas de ataúdes que guardan los cuerpos sin vida de los estudiantes y manifestantes recién asesinados por Maduro, el generoso financiero de cadenas de televisión moradas y billetes para los monederos. Bastaría un recorrido pedagógico de unas pocas horas por una ganadería de bravo guiados por ganaderos o mayorales para que estos tontos entendieran el esfuerzo económico y el trabajo diario que hay que invertir para que viva el toro de lidia en nuestras dehesas. Muy cerca de Galapagar, y en el mismo término de Galapagar, se asientan algunas ganaderías de bravo. El creador del proyecto parlamentario con categoría de «Máster de Exterminio del Toro de Lidia» vive por ahí y tiene a mano la comprensión del sacrificio de los románticos ganaderos de bravo que mantienen la esperanza de vida del toro de lidia y la estabilidad de las dehesas, auténticos paraísos naturales.
Se me antoja imposible convencer a estos desgarramantas del antiespañolismo lo que supone y significa para nuestra Cultura –con mayúscula– la fiesta de los toros. Un somero repaso a la poesía, la literatura, la música, la escultura, la pintura, la cinematografía y la fotografía española y universal les ayudaría a entender la importancia de la tauromaquia, el arte en movimiento con la muerte advirtiendo a las femorales. «Da su junco a la media luna fiera/ y a la muerte su gracia, de rodillas», escribió aquel gran aficionado comunista del Puerto de Santa María, Rafael Alberti. Un Bien Cultural de una nación, exportado a otros pueblos –Francia es el más alto ejemplo de respeto a la tauromaquia–, no puede someterse al capricho de una minoría mayoritaria eventual de la anti España en el Congreso, porque la mayoría absoluta en el Senado del PP también está, como la cabaña brava, señalada por los exterminadores. Los ganaderos de bravo merecen un homenaje y el reconocimiento de los que aman, toleran y valoran la tauromaquia en todo el mundo por su generosidad y empeño en sostener las pérdidas económicas a cambio de la riqueza moral que concede el orgullo de mantener tan maravillosa y única especie.
Los mayores adversarios del mundo animal son los animalistas. Se limpian las orejas, se rascan los dídimos y pontifican. En España, le guste o no al mantenido por Maduro y los iraníes, los toros de lidia no desaparecerán ni la tauromaquia será prohibida. Otra cortina de humo para oscurecer fracasos y gilipolleces.
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