Opinión

«Hall» y «boisserie»

No alcanzo a comprender el enfado que produce en algunos sectores del conservadurismo y liberalismo el viento en popa a toda vela que sopla a las espaldas de algunos dirigentes de Podemos. Es bueno y provechoso que mejoren en su nivel de vida. Después de cinco años de establecimiento político e institucional han dejado de depender exclusivamente de los millones de dólares que los bolivarianos les regalaban a expensas de la ruina de los venezolanos y de las ingentes cantidades de petrodólares provenientes del encantador régimen iraní. Conocida la casta, en la casta se han ubicado. El piso de protección oficial vendido con ganancias especulativas, el chalé de Galapagar y ahora el piso del científico argentino naturalizado español Echenique en el corazón del barrio de Salamanca. Es humano y cristiano –aunque esto último lo rechacen–, alegrarse de su nueva condición social. Como dijo una simpática y dicharachera nueva rica, que dio sublime braguetazo con industrial de mérito «ya no tenemos recibidor ni librería, sino “hall” y “boisserie”». La gente con «hall» y «boisserie» reprime su sed de venganza, alivia sus rencores y entra
de lleno en el orden de la alta burguesía.

El científico argentino Echenique pasó por sendas de abismos y desprestigios cuando defraudó a la Seguridad Social que le había proporcionado la maravillosa y costosa silla que le negó, por su alto precio de adquisición, la Seguridad Social argentina. Se instaló el científico y sociólogo en Zaragoza, y en un pispás consiguió su silla, que le regalamos sin haber sido consultados todos los españoles que pagamos religiosamente las cuotas de la Seguridad Social fundada y establecida durante el régimen franquista. El propio Jefe del Estado eligió para morir uno de sus hospitales públicos, La Paz, dando un ejemplo de coherencia social. Pero el progreso de Echenique en las más altas responsabilidades de su partido comunista y revolucionario, le han obligado a instalarse en Madrid. Y como es lógico y de tonto no tiene un pelo, aunque lo disimule un día sí y el otro también, ha elegido para vivir el modesto barrio de Salamanca. Para no destacar entre sus vecinos, ha instalado en su portal una cámara de seguridad que vigila y graba a todos los viandantes que por su portal deambulan. Es una costumbre muy extendida en el humilde barrio de Salamanca. Antes de ocupar los pisos, los propietarios instalan las cámaras de seguridad. No ha hecho el científico argentino otra cosa que procurar, mediante la igualdad en las cámaras, no llamar excesivamente la atención.

El barrio de Salamanca, aparentemente rico y distanciado de los problemas sociales y económicos, es un barrio popular por definición. Linda por el norte con El Viso y Chamartín, por el sur con Retiro, y por el oeste con Chamberí, todos ellos suburbios mejorados por el tiempo y el desarrollo socioeconómico de España, pero suburbios al fin y al cabo. El de Salamanca supera al resto de sus barrios vecinos, y Echenique ha optado por establecer su progreso en la calle de Diego de León, el bravo general que fue reconocido como la «Mejor Lanza del Reino». El formidable pintor Augusto Ferrer-Dalmau retrata con maestría su empaque pasando revista en 1839 a sus Húsares de la Princesa. Todo un tío, don Diego de León, al que no le han quitado todavía la calle por su franquismo recalcitrante.

Pero su valiente y decidida demostración de progreso económico y social, ha sido mal recibida por la derecha más enraizada en la intolerancia. Y creo que es el momento de cambiar de actitud y celebrar la llegada del riguroso científico inmigrante al barrio de Salamanca. Podría haberlo hecho de tapadillo, como muchos de su partido que viven como pachás sin haber dado con un palo al agua en sus vidas. Pero ese es otro asunto que no merece enturbiar la buena voluntad del presente texto.

Como decía la nueva rica, Echenique tiene ya «hall» y «boisserie». Y hay que celebrarlo como merece. Merci.