Opinión

Las leonesas

Para mí, las Leonesas, siempre fueron las famosas Mantequerías, de las que era propietario don Amílcar Rubio. La tienda en la calle de Goya nada tenía que envidiar al «Fauchon» de la parisina plaza de la «Madeleine». Los tiempos han cambiado, y en la actualidad, las Leonesas son la ministra de Defensa, doña Margarita Robles, generosa expendedora de helicópteros al doctor, y su directora general de Reclutamiento y Enseñanza,doña Amparo Valcárce. Nadie sabe en Defensa cuál de ellas manda más, y en la sede del ministerio son temidas por igual. «Han llegado las intrépidas leonesas», anuncian los telefonistas, y los generales y almirantes tocan madera. Según mi sargento informador, la que manda es la segunda y la que obedece es la titular, pero ya se sabe que la distribución de funciones para infectar honores y cometer injusticias contra los justos es discrecional y está previamente pactada.

El vicealmirante don Alfonso Gómez Fernández de Córdoba ha sido vilmente laminado después de cuarenta años de servicio brillante y ejemplar a España desde la Armada. Tengo motivos para escribir de su persona y de su incomprensible situación actual. Es mi tocayo y para colmo, fuimos al mismo colegio, aunque yo le aventaje con holgura en la edad. Estoy muy orgulloso de mi carrera militar, pero reconozco que la suya, comparada con la mía, es extraordinaria. Con esfuerzo, y siendo mayor que él, alcancé el empleo de Cabo Primero del Ejército de Tierra, mientras don Alfonso es vicealmirante, equivalente a general de dos estrellas y con un largo camino por recorrer en el servicio activo. Le quedan o quedaban, de cuatro a seis años en las altas responsabilidades de nuestra Armada. Pero una de las leonesas le convenció a la otra de que lo mejor era fulminarlo. Y sin saber por qué, en el Consejo de Ministros del 31 de agosto de 2018, la señora Valcárce ordenó a su ministra que el vicealmirante fuera pasado a la reserva por la protesta de dos aspirantes a ingresar en las Fuerzas Armadas reglamentariamente suspendidas por mostrar tatuajes visibles con el uso del uniforme. El vicealmirante no ha recibido ningún tipo de explicación, ha recurrido ante el Tribunal Supremo su injusta separación del servicio, y todos los que visten uniforme, marinos, militares de tierra y del aire, se han sentido insultados.

El vicealmirante ha estado como oficial embarcado en casi todos los tipos de buques de la Armada; fragatas, corbetas, anfibios, dragaminas y cazaminas, y ha sido comandante del «Espalmador», el «Guadalmedina», el «Marqués de la Ensenada» y el mítico Buque-Escuela de nuestra Armada, el «Juan Sebastián de Elcano». Marino de Estado Mayor y Ayudante de Campo de S.M. El Rey Don Juan Carlos I. Su mando, con el empleo de contralmirante, como comandante de la Fuerza de la Unión Europea para la Operación Atalanta mereció el elogio de todas las armadas de Europa y los Estados Unidos. También comandó la coalición que combatió a la piratería en aguas de Somalia. Ha sido su carrera vocacional al servicio de España sobre la mar tan modesta, que ostenta la Gran Cruz, Placa, Encomienda y tres cruces del Mérito Naval, una cruz del Mérito Militar, y toda suerte de condecoraciones extranjeras.

Cuarenta años de entrega y sacrificio han recibido la recompensa de un pase forzoso a la reserva aprobado en un Consejo de Ministros, medida tan excepcional como rigurosa y humillante para quien ha dejado pruebas de sobrado prestigio y cumplimiento de su deber. En el Tribunal Supremo, la Sala Tercera, está su futuro. Don Alfonso, excepcional militar, es un marino bueno y justo, querido y respetado por cuantos han servido a España a sus órdenes. Hasta que llegaron, en este Gobierno que se desgaja día tras día, las intrépidas leonesas. La que aparentemente manda, y la que manda en realidad, doña Margarita y doña Amparo, respectivamente.

Una injusticia caprichosa cometida contra un militar ejemplar se convierte en una injusticia contra todos los que han dedicado su vida a España vistiendo honrosamente su uniforme. En el Tribunal Supremo está depositado su buen pasado y su brillante futuro, cercenado por el capricho de dos aspirantes tatuadas y la pareja de leonesas. La ministra que obedece y la directora general que manda. Eran mucho mejores las Mantequerías.