Opinión
Metafórica
Fue el gran poeta latino Virgilio el precursor de la metáfora como instrumento de adorno de un poema. Las lágrimas de las mujeres y los niños acompañaban a los navegantes que partían hacia la guerra «con amargos paños de despedida». Los poetas han abusado de las metáforas involucrando en ellas al horizonte, la luna, el amor, la muerte, la mar y las flores. También a los cisnes y los estanques de nenúfares, rubenianos y cursis. «Cisnes unánimes» escribió el guatemalteco en plena excitación de lagos azules. Y claro, la metáfora fácil que se le ocurre a cualquiera, contradicción figurativa, de muy menguado valor literario. Los océanos sedientos, los desiertos navegados, y demás bobadas. En la Filocalia de don Francisco Silvela, primer tratado contra la cursilería que firma con su amigo don Santiago Liniers – Imprenta de Tomás Fortanet, calle de la Libertad 29, Madrid 1868-, se castiga con exclusión social a quienes osen glosar «las espaldas de alabastro», «el rubí de los labios», «los cabellos de seda» y «los pechos de nácar». También merecen sanción los propietarios de álbumes de firmas, de colecciones de juegos de café, de guardapelos con mechones de la primera novia, de más de un objeto de marfil en cien metros cuadrados de salón, los que repiten su asistencia a una representación de «La Traviata» y todos aquellos que gustan bailar en los momentos culminantes de las fiestas, la polka «El Ferrocarril» formando un trenecito humano. Pero todas las cursilerías, inmersas o suburbiales en las metáforas, se estremecen de admiración cuando al fin, inesperadamente, surge de la sensibilidad de una mujer la metáfora perfecta, insuperable. Su autora, nuestra encantadora ministra Portavoz Isabel Celaá, que ha rizado el rizo de la figuración literaria con esta metáfora inmortal: «Nuestro Gobierno es de granito perfectamente engrasado».
No se refiere a un pequeño grano, pústula, o lobanillo aliviado por la caricia de un pomada relajante o unas gotas de lubricante aceite. No se refiere a un golondrino axilar rebajado de molestias. Los golondrinos no son granitos, y superan la oronda superficie de una bola de golf. Se refiere al granito, la roca compacta y dura, compuesta de feldespato, cuarzo y mica que se emplea como piedra de cantería, según la RAE. Es decir, que la señora Celaá ha querido decir que el Gobierno de Sánchez y Begoña es un Gobierno granítico, compacto, duro y perfectamente engrasado. Bella metáfora, figuración sublime, por cuanto el granito y la grasa no acostumbran a conllevar ánfora ni a mantener una liviana relación de amistad. Se puede y se debe, por respeto a la justicia, escribir que la amistad del condenado juez Garzón y de la atractiva fiscal Delgado es granítica, compacta y dura, pero no engrasada, por razones de pudor. Una amistad engrasada da paso a suspicacias que se adentran en los aledaños del placer, que son aledaños peligrosos. Pero la orientación metafórica de la simpática señora Celaá señala otros rumbos. Gobierno de granito, granítico. Gobierno compacto, unido y sin grietas. Gobierno engrasado, es decir, lubricado por grasas y aceites que facilitan su eficacia, coordinacion y movimiento.
En tal caso, la metáfora es perfectamente asumible por el donaire literario. Portaba la poetisa Rosa María Roffiel un breve colgante con un diamante sobre su pecho. Amaba a una brava pescadora de calamares. Y lo escribió: «Se alejó su barca del malecón/ y el volcán de mi pecho pulverizó el diamante/ el mismo que me había regalado/ después de la cuarta noche». Bellísimo. Una corriente de amor tórrido pulveriza un diamante; un compacto Gobierno de granito, trabaja para España perfectamente engrasado. Para que alguien ponga en duda la condición de «Gobierno Bonito» al que preside nuestra doña Begoña, «el aliento que sostiene la fragilidad del hombre», tal como dejó escrito el gran poeta flamenco Van Stembergen, hermano del famoso ciclista. Compacto, unido, duro y engrasado granito. Me pinchan y no sangro.
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