Opinión
Real Palestina
Israel es el único Estado democrático en el Oriente Medio. La frontera de Occidente con el Medievo. Sus vecinos no desean otra cosa que su desaparición. En 1948 le asignaron un desierto que hoy es, en buena parte, un vergel. Los palestinos renunciaron a construir su Estado en las mismas condiciones. Israel vive amenazado las veinticuatro horas de todos los días. Y cuando su territorio y sus ciudadanos son atacados se defiende. Y lo hace con eficacia y seguridad, sin medias tintas, con la misma dureza con la que es atacado por el terrorismo palestino. Israel, por su condición de Estado Democrático occidental no cuenta con las simpatías de las izquierdas europeas. Y sus enemigos violentos son agasajados por el retroprogresismo cretino. La simpatía por Palestina es un tópico, un lugar común que comparten en Europa los socialistas y comunistas disfrazados de buenismo. No perdonan su supervivencia y menos aún, su pujanza. Sí, sus grandes aliados son los Estados Unidos y las naciones libres occidentales. También los palestinos disfrutan de ayudas generosas provenientes de Arabia Saudí y los emiratos petrolíferos del Golfo.
Carece de importancia que un Ayuntamiento gobernado por Podemos con el apoyo de los socialistas invite y agasaje a una activista violenta palestina. A una ardiente defensora de la brutalidad contra Israel y sus ciudadanos. Nada que opinar al respecto. Pero me ha escandalizado, avergonzado e indignado que la institución deportiva española con más prestigio en el mundo, el Real Madrid, se haya prestado a homenajear a Ahed Tamimi de forma tan generosa. Esa sonrisa de su director de Relaciones Exteriores, Emilio Butragueño, cuando entrega a la violenta palestina la camiseta del Real Madrid con su nombre impreso en la espalda, es una sonrisa bochornosa.
Poner huevos en todas las cestas es costumbre de los hombres poderosos. Pero el Real Madrid no es una empresa que busca el negocio para sus accionistas. Es un club que pertenece a todos sus socios, y anímicamente, a centenares de millones de simpatizantes repartidos por todo el mundo. El Real Madrid nada tiene que ganar en Palestina, ni en lo deportivo ni en lo social. Y mucho dudo, que ese acto oficial vergonzoso haya sido consecuencia de un despiste. Un departamento de Relaciones Externas no puede estar en manos de podemitas infiltrados que sirven de coartada para otros menesteres. Cuando el Real Madrid ofrece un homenaje a un visitante extranjero, no lo hace con frivolidad y precipitación. Sabe a quien honra, aunque no se sepa el motivo de la generosidad. Su recepción y agasajo a esta joven y violenta palestina es un insulto grosero a un Estado democrático como es Israel. Y las sospechas son libres. ¿Se ha tratado de una estúpida decisión o de una opción interesada? ¿Quién ha intervenido para que el Real Madrid, en este caso, el Real Palestina, se haya involucrado temerariamente en un conflicto político de tanta envergadura? ¿Qué gana el Real Madrid enfrentándose a la única nación libre y democrática del Oriente Medio? El responsable del monumental patinazo tiene que ser despedido inmediatamente. Y si el impulso ha sido presidencial, bueno es recordar al presidente del Club más grande del siglo XX que su compromiso con los socios y simpatizantes del Real Madrid se sintetiza en la eficacia de su gestión económica y deportiva, sin entrar en políticas infectadas recomendadas por algunos allegados indeseables.
El Real Madrid está obligado, como institución, a pedir perdón al Estado de Israel. De no hacerlo, nada nos sorprendería a los madridistas que la próxima camiseta entregada con el nombre impreso del homenajeado, sea la de Arnaldo Otegui. Con Butragueño sonriendo, como es su costumbre y norma.
Y me duele con hondura escribir de un amor de forma tan desairada.
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