Opinión

Me sumo al caqui

Mi compadre Antonio Burgos ha escrito un bellísimo y contundente artículo para «ABC» en homenaje a la Bandera –con mayúscula, por ser la de todos los españoles–, pisoteada por un hijoputa gerundense. Los comandos violentos de Torra –apretad, apretad–, asaltaron la Delegación de la Generalidad de Cataluña en Gerona –sí, Gerona, Gerona–, y precipitaron al suelo desde las alturas una Bandera de España. Ya en el suelo, el hijoputa la pisoteó con regodeo mientras los Mozos de Escuadra miraban hacia otro lado, temerosos de verse obligados a detener al valiente separatista que se enfrentó a la Bandera. Y recuerda Antonio Burgos que millones de españoles juramos, uniformados de caqui, defenderla y honrarla, y nadie rescató, ni abrazó, ni besó ni consoló a la Bandera pisoteada en Gerona por el cabrón paleto de la gorra. Están sus imágenes a disposición de todos, y como recuerda Antonio Burgos, también a disposición de fiscales y jueces está el artículo 543 del Código Penal que castiga «las ofensas o ultrajes de palabra o por escrito a España, sus símbolos o emblemas». Y la Bandera en Gerona ultrajada, es el símbolo de España por definición.

Me he puesto el caqui y no me cabe. Y me figuro que el de Antonio Burgos también ha experimentado una reducción, sólo comparable al aumento del perímetro de nuestras cinturas, que es fórmula más amable para referirse a nuestras barrigas. Ya somos dos los que estamos con el caqui puesto, y se me antoja de perlas, porque Antonio Burgos es mi subordinado. Como Cabo Primero tengo el mando sobre un elemental cabo topógrafo que no topografió nada durante su Servicio Militar. Pero aún así, de aparecer de caqui Antonio Burgos y su superior –me refiero a mí–, con sus achaques propios de los años cumplidos, sus perímetros ventrales menos flexibles que huesos de aceituna, y nuestros gorrillos cuarteleros encajados en las chocholas y ladeados con castrense chulería, chulería de la buena, ese hijoputa de la gorra fea, no se hubiera atrevido a pisar nuestra Bandera, porque el cabo primero y el cabo topógrafo están todavía en condiciones de alzar sus piernas hacia los entreperniles de los cobardes y dejarles los dídimos como dos chirimoyas malagueñas. Sí, por cumplir con nuestro juramento de defender, honrar y amar a nuestra Bandera.

Eso sí, y sin ánimo de organizar una oficina de reclutamiento paralela a la legalidad vigente, conocedores de nuestra fecha de nacimiento y dependientes de nuestros achaques, necesitaríamos para salvar a la Bandera un par de patinetes eléctricos, esos vehículos que atropellan en España cada día a mil viandantes en las calles de nuestras ciudades. Una cosa es que sean unos hijoputas violentos y preterroristas, y otra que no sean jóvenes. En juventud y agilidad nos ganan, y ni el cabo primero arriba firmante ni el cabo topógrafo que escribe en «ABC» se encuentran en condiciones de enfrentarse a la jauría mientras los Mozos de Escuadra miran hacia otro lado. No obstante, nos defenderíamos bien y seguro estoy de que un grupo de buenos gerundenses se harían cargo de la Bandera cuando el cabo primero y el cabo topógrafo, solos ante el peligro, experimentáramos el primer síntoma del espachurramiento a pies de los canallas. Espachurrados, pero leales con nuestros respectivos juramentos.

Esta gentuza, los de las CDR que «aprietan», y los que, desde Madrid, no consideran importante que los catalanes no puedan disponer de su libertad de movimientos ni estiman que ultrajar a España y su Bandera sean motivos de una firme respuesta, gentuza también, no han calculado los millones de españoles –buenos catalanes incluídos–, que nos pondríamos el caqui para defender y honrar a nuestra Bandera. «Cuidado, que están gordos y torpes pero son muchísimos», diría el hijoputa al mando del resto de los hijoputas. Y sin precisar de la ayuda desde la mar de don Blas de Lezo, los que correrían a toda pastilla serían ellos.

Me sumo al caqui.