Opinión
Majaderos
En Francia se respeta la Historia. En París comparten memoria y monumentos los guillotinadores y los guillotinados. En el Punto de Mira de La Razón de hoy –por ayer–, destaca la imagen del presidente Macron rindiendo homenaje en Colombey al general Charles De Gaulle. El monumento, donde reposan los huesos del heroico general y presidente de la República francesa, no es de bolsillo. Una gran plataforma de mármol coronada por una altiva Cruz de dos brazos, y en la base una escueta leyenda: «Au General De Gaulle». Aquí ya la habrían demolido por una irregularidad del gran soldado francés. Lo primero que hizo De Gaulle cuando abandonó la presidencia de la República francesa fue volar a Madrid para saludar al general Franco. El protocolo decidió que uno y otro vistieran de civiles, pero ahí se reunieron dos militares que, por motivos políticos, no coincidieron durante el mandato de De Gaulle. –He venido a presentarle mi respeto y reconocerle mi admiración-. De Gaulle era físicamente un gigante y Franco un tapón, pero en las miradas coincidían. Hoy, los «gaullistas» y los «antigaullistas» visitan el cementerio de Colombey Deux Eglíses sin complejos ni rencores. Francia es una nación orgullosa y culta, capaz de recordar sin temblores a un genio de la milicia, como Napoleón Bonaparte, y a un cabrón con pintas como Robespierre. -Son Historia y aquí la Historia se venera-, principio de nuestros vecinos que no sufre alteraciones.
El hoy doctor investigado por el Tribunal Supremo por plagiar su tesis y abusar de su poder invitando a una empresa a contratar a su mujer a cambio de ventajas inasumibles por la decencia, ha decidido camuflar sus traiciones con los separatistas moviendo los huesos del general Franco. El segundo paso, como ya ha adelantado el vicepresidente Iglesias, no es otro que derribar la inmensa Cruz que se alza en el valle de Cuelgamuros. Lo que para Tierno Galván, ateo y agnóstico, era un «bello símbolo de paz», para estos majaderos resentidos es una agresión a la vista. No creo que alcancen su objetivo, pero las ideítas van por ahí. Y son tan tontos, que se van a llevar los restos del general Franco desde el Valle de los Caídos a la cripta de la catedral de La Almudena, donde –y aprovecho que el Manzanares pasa por allí–, reposan los restos de una veintena de miembros de mi familia, por ser mi tatarabuelo, el marqués de Cubas, el arquitecto y donante de la cripta. Fue también uno de los firmantes del proyecto de la catedral del Buen Pastor de San Sebastián, y el creador de la fabulosa capilla del colegio del Sagrado Corazón de la calle del Caballero de Gracia, lamentablemente derruida por una operación inmobiliaria en la década de los sesenta del pasado siglo. La última aportación de mi familia a la Iglesia fue la construcción de la parroquia y convento de La Moraleja, regalada por mi abuelo a las Esclavas, y que hoy peligra porque las monjas esclavas desean hacer lo mismo con sus bienes regalados que las monjas del Sagrado Corazón hicieron en su momento. El arzobispo de Madrid tiene la palabra, y por ello el proyecto de venta de las parcelas de La Moraleja está en riesgo extremo de llevarse a cabo. Al cabo de las generaciones, nos hemos quedado con una mano delante y otra detrás los descendientes de tan generosos donantes, y a ver quién es el guapo que se atreve a negarnos la entrada al Cielo.
Pero retornemos a la estupidez. Por chulos, los resentidos van a conseguir que los restos mortales del general Franco se depositen en el centro de Madrid, a muy pocos metros del Palacio Real. Para los incondicionales del anterior Jefe del Estado, acudir al Valle de los Caídos es empresa engorrosa. Son cincuenta los kilómetros que separan Madrid de Cuelgamuros, en plena sierra del Guadarrama, vertiente sur. En poco tiempo, si se cumple el propósito de este Gobiernucho, la tumba de Franco estará al alcance de un billete de Metro, y los turistas curiosos se multiplicarán por mil. El turista es muy suyo. Lo primero que hicimos en Moscú Antonio Burgos, Pepe Oneto, José María Carrascal y quien esto firma, fue visitar a la Momia de Lenin, que por otra parte, tenía un aspecto de dulce de membrillo. El nudo de la corbata, un tanto ladeado, como el de Robert Mitchum cuando hacía de borracho.
Para homenajear a De Gaulle, Macron se ha desplazado de París a Colombey. Para hacerlo con Franco, sus incondicionales y los turistas podrán acceder a su sepulcro en taxi, autobús, metro o a paseo. Creo que han calculado mal estos necios que huyen de la Historia.
✕
Accede a tu cuenta para comentar