Opinión
Leocadio
No he conocido a nadie tan tonto como Leocadio. Les explico la situación y ofrezco datos del personaje. Su estatura superaba los doscientos quince centímetros. Conviví con él durante mi primera semana de la Mili, en Camposoto. Fue devuelto a su casa como inútil total. Era, creo recordar, de Lécera. Un perverso y divertido murciano, médico alférez del IPS, le informó –y se lo creyó–, que la Semana Santa de aquel año en curso era una Semana Santa doble, porque el jueves y viernes santos caían en lunes y martes, el miércoles se hacía puente, y posteriormente llegaban los jueves y viernes santos tradicionales, Sábado de Gloria, Domingo de Resurrección y una semana entera de permiso. Estaba feliz y llamó a su madre para contárselo. No le dieron uniforme. Iba vestido de calle con unos zapatos enormes que le limpiaba un gitano por 100 pesetas. –Leocadio, lo que más molesta a los mandos es el polvo en los zapatos. Ven para acá, que te los dejo como un cristal–. Y otras 100 pesetas, y 100 pesetas a los diez minutos, y así todo el día. Lo mandaron de vuelta a casa. Pero se me olvidaba reseñar lo fundamental. Sabía mucho de fútbol. Era un gran entendido, dominaba las tácticas, conocía a todos los jugadores y entrenadores de Primera y Segunda División, guardaba en su memoria toda la historia de las Ligas, las Copas y las Copas de Europa. Leocadio era tonto de remate, pero un sabio del fútbol.
Bien. Con esto de los suplementos impresos, las radios y las televisiones, estamos rodeados de sabios del fútbol. Hay uno, bastante gracioso, que se toma el fútbol con una seriedad y hondura pasmosas. Segurola, creo que se apellida. Y están los de siempre, valdanos y compañía, que son bastantes. Demasiados sabios. Y en las cadenas de televisión los sabios cobran por ser forofos, y dicen lo que desean oír los directivos y los encargados de las parrillas. Es lógico que sepan de fútbol. No hacen otra cosa que ver partidos de fútbol. Yo coincidí cronológicamente con el gran Real Madrid de Di Stéfano, Puskas y Gento, el Barcelona de Kubala Y Ramallets, el Atlético de Peiró y Collar y el Bilbao de Arieta y un superviviente Gainza. ¿Cómo no voy a saber de fútbol? De ahí hasta la fecha he visto todo lo bueno y mucho de lo malo. Saber de fútbol está al alcance de las mentes menos favorecidas por la naturaleza, y siempre recuerdo al bueno de Leocadio. Y es lo que propongo, con la mejor voluntad del mundo, porque soy madridista hasta las cachas, al presidente del Real Madrid, que sabe de fútbol mucho menos que Leocadio. Don Santiago Bernabéu dijo en cierta ocasión que la mejor delantera que había tenido el Real Madrid fue la compuesta por Domínguez, Calderón, Di Stéfano, Lusarreta y Saporta. Cuatro directivos y un futbolista. «Hay que saber rodearse de gente más lista que uno mismo». Bueno, pues en el Real Madrid de la actualidad hay alguien que no sabe de fútbol y toma decisiones. Sea enviado un cónsul de la directiva a Lécera, y si Leocadio aún vive, que fiche a Leocadio. Durante este largo verano, Leocadio se habría traído a un delantero centro de verdad. Y barato. Leocadio le habría convencido a Ramos que se instalara en Camas. Seguro estoy que a Lopetegui le hubiera recomendado que se dejara de toquecitos culés y jugara al fútbol con verticalidad. Pero sobre todo, habría puesto sobre la mesa una condición: –Si tenemos dinero, hay que traer a una figura de verdad para ilusionar al madridismo y suplir al portugués–. Y nada de eso ha sucedido. Mariano y basta. Leocadio es o era, tonto total, excepto en fútbol. Sabía más que casi todos los periodistas especializados, los comentaristas acoplados, los directivos y muchos presidentes. Sabía más que los directores deportivos y ojeadores. Si el Real Madrid tiene previsto optar a la Liga, la Copa de España o la Liga de Campeones con lo que ahora dispone, que se despida de todo. Al menos que encuentre a Leocadio y ponga orden, autoridad y sabiduría en ese club en el que nadie se atreve a discutir con el que manda, que no es Leocadio.
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