Opinión

Malos y paletos

Había fallecido Montserrat Caballé. El ataúd cerrado en el tanatorio de Las Corts. En el interior del féretro el cuerpo dormido de una española catalana universal. Española orgullosa y catalana profunda. Cuando el nacionalismo aparentaba una lealtad con España desde la taimada y ladrona inteligencia de Jordi Pujol, le rogaron que cediera su nombre para cerrar la papeleta electoral de CIU con el último número de la candidatura. Y lo hizo, porque creía que aquel gesto sería positivo para España y Cataluña. Su esposo es aragonés. En un almuerzo en el palacio de la Generalidad, invitada por el matrimonio comisionista y millonario, el consejero de Cultura elogió su grandeza artística, pero... «lástima que se haya casado con un extranjero». El extranjero era el señor Martí, su esposo aragonés. Y la Diva, que era una Diva de verdad, no se calló. «Estoy orgullosa de haber nacido en Barcelona, que mi marido sea aragonés, que mi madre fuera valenciana y que mis hijos hayan vivido y estudiado en España. Soy y me siento española le pese a quien le pese». Cuando una inconmensurable artista se pasa la vida triunfando en todos los grandes teatros del mundo, no asume la elementalidad aldeana de los paletos.

Había fallecido Montserrat Caballé, y el cómico y deleznable Presidente de la Generalidad no acudió al tanatorio. Estaba ocupado. Como a todo paleto de la zona, le entusiasman los «cas-tells» humanos, con los niños en lo más alto de la torre. Torra y su consejero de Educación, Bargalló, se abrazaron jubilosos cuando la «Colla Vella dels Xiquets de Valls» culminó con éxito su arquitectura. No merecía la pena abandonar la fiesta para rendir homenaje a Montserrat Caballé. Y tampoco acudió al tanatorio la consejera de Cultura, la señora o señorita Borrás, que paseaba entre las casetas de la feria del libro de Besalú, conocida en todo el mundo. Nadie puede presumir de pertenecer al ámbito de la cultura si no ha visitado la feria del Libro de Besalú, manda narices. El tenor Carreras, que sí asistió a la Misa que se ofició por el alma de doña Montserrat se mostró desagradablemente sorprendido porque el sacerdote, a petición de la familia, la ofició en su totalidad en español.

Al entierro sí. Sánchez y Torra, y con muy especial relevancia, la Reina Doña Sofía, que oscureció los perfiles de los paletos, el doctor incluido. La consejera de Cultura, muy a su pesar, tuvo que renunciar a la feria del Libro de Besalú, y el consejero de Educación no pudo evadirse del entierro de la prodigiosa soprano catalana y española, barcelonesa, casada con un aragonés, hija de una valenciana y madre de unos hijos que se sienten, como ella, principalmente españoles.

La noche anterior en el Liceo, el público, libre de comisarios políticos del nazismo catalán, le dedicó a Montserrat Caballé una ovación de diez minutos. Cuando se incendió el Liceo, Montserrat Caballé fue una de las más activas promotoras de su restauración, y fue el Liceo el primer gran teatro de sus sueños y sus glorias artísticas.

Creo que es justo agradecer a Torra, Bargalló y Borrás su orden de prioridades. Montserrat Caballé de cuerpo presente y ellos en los «Castellers» de Tarragona. Montserrat Caballé en su ataúd rebosado de coronas de flores, y ella en la feria del Libro de Besalú, que es la feria del Libro más importante de cuantas se celebran en Besalú, cuna de la literatura universal. Y ahí estuvieron Pablo Casado e Inés Arrimadas, que en esta ocasión no fue atacada por la malvada y bella reina de Blancanieves, Nuria de Gispert, por un sencillo y elemental motivo. La bella reina de Blancanieves, al saber de la presencia de una Reina de verdad, Doña Sofía, no acudió al tanatorio. Único consuelo entre tanta tristeza.

Descanse en paz la grandísima Montserrat Caballé, la barcelonesa que llevó a España a todos los rincones del mundo civilizado. Descanse en paz, descanse en España y descanse de los paletos separatistas, esa gente tan mala.