Opinión
Rodríguez
Mis informadores municipales, dignos de todo crédito, me hacen saber que la alcaldesa Manuela Carmena no desea incluir en su papeleta electoral al ex general Rodríguez. El conde de Galapagar está empeñado en asegurar la elección de Rodríguez encajándolo como un mal ripio en el número 2 por Madrid, pero Carmena se resiste y ha comunicado al conde que tararí que te ví. Empieza a preocuparme más de la cuenta el futuro de Rodríguez, fallido candidato al Congreso de los Diputados por Zaragoza y Almería, respectivamente. Urge, de acuerdo a la Teoría de Peter, crear un puesto de arabesco colateral para que Rodríguez pueda imprimirlo en su tarjeta. Mi amigo Baldomero Fefiñás, que era el más tonto de los Fefiñás y su padre se opuso a que formara parte de la empresa familiar, «Fefiñás S.L. Bragas y Culottes», consiguió tarjeta a cambio de prometer que jamás reclamaría un cargo en el negocio. Y me la mostró orgulloso y contento: «Baldomero Fefiñás Bustablado, Director del Departamento de Enlaces Interprovinciales de “Fefiñás S.L. Bragas y Culottes”». Baldomero cumplió a rajatabla con su promesa, y su padre, como muestra de gratitud, le ascendió de rango pasando a ser, al cabo de quince años, Director General del Negociado Interautonómico de la citada empresa, que fue generosamente adquirida por la multinacional de bragas «Spencer & Whitaker» con sede en Anchorage.
Le propongo a Carmena que actúe de semejante guisa con Rodríguez. Un cargo municipal rimbombante, sin contenido alguno pero con derecho a tarjeta. Por ejemplo. «Julio Rodríguez, Supervisor General de la Marca “De Madrid al Cielo, y en el Cielo Un Agujerito Para Ver Madrid”». Que es razón social preciosa, a mi modesto entender. Y de ponerse pesado el conde de Galapagar, con despacho y todo. Tengo entendido que en la subplanta del Ayuntamiento se puede acondicionar un despacho dividiendo el almacén de banderas de bienvenida a los «Refugees» y pendones indigenistas. Dispondría como funcionario municipal CDT –Con Derecho a Teléfono–, de mesa, sillón de despacho de sucedáneo de cuero, sillas para los visitantes y bolígrafos con tinta de tres colores, negro, azul y rojo. Y horario liberado, de tal modo que Rodríguez no estaría obligado a fichar al entrar o salir de la oficina. Y sueldo de alto rango. De no aceptar el futuro alcalde o alcaldesa de Madrid el puesto de trabajo de Rodríguez, siempre quedaría la opción de enchufarlo, mediante gestión de Sánchez, en el Instituto de Empresa como Jefe del Gabinete de Doña Begoña Gómez, Sección África. Pero algo tenemos que hacer los españoles para que Rodríguez, de una vez por todas, se reencuentre consigo mismo y su sentido de la responsabilidad.
Lo que está claro, y el conde de Galapagar carece de dudas al respecto, es que Rodríguez está gafado con las urnas. No tiene sentido someterlo de nuevo a la humillación de un fracaso electoral, de la misma forma que sería imperdonable no contar con su sabia y prolongada experiencia. En este punto cabe preguntarse si la alcaldesa actual de Madrid acierta en su postura anti-Rodríguez, a todas luces inflexible. Afortunadamente, por ahí anda Borrell, experto en dialogar, para convencer a unos y otros, atar cabos, negociar flecos y optimizar recursos, como se dice ahora en la jerga económica. Tampoco estaría mal la tarjeta «Julio Rodríguez, Optimizador de recursos y Negociador de Flecos», pero son otros los que tienen que decidir su futuro empleo. El arriba firmante se limita a dar ideas a cambio del bien de España.
Si el conde insiste en la presión y coacción, y Carmena no se deja intimidar por el aristócrata de Galapagar, España perderá a un hombre providencial, coherente, oportuno, y sobre todo, aceptado unánimemente por todas las capas de nuestra sociedad. Y en esas estamos, que nos pinchan y no sangramos.
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