Opinión
Chalado
El cagueta forajido de Waterloo le está emergiendo la mirada del mochales. Sonríe, pero sus ojos no acompañan a la sonrisa. Cuando, después de 560 días de tortura en el agujero de Mondragón, José Antonio Ortega Lara fue liberado por la Guardia Civil, su mirada reflejaba la angustia, la soledad, el asombro y el abatimiento, pero miraba como un ser humano en los cabales del horror padecido. El estercolado de Waterloo, después de un año de comodidades, sueldo, amparos flamencos, visitas de sus tontos, entrevistas de los enviados de TV3, lujos de gorrón a cargo de Matamala, coches y escoltas, se le ha puesto cara de lunático, de ido y de chalado.
Ortega Lara fue secuestrado por los canallas de la ETA –socios del PSOE y de Podemos–, y padeció 560 días de frío húmedo, de calor insoportable, de soledad infinita, de indefensión absoluta y de torturas psicológicas diarias. Pero se trataba de un hombre. Su mirada sintetizaba el pasmo que procura el terror. Escuálido y famélico como un superviviente de Treblinka, Dachau, o uno de los muchos campos de concentración y crimen de Stalin. El cagueta mochales, se alimenta a la perfección, acude al teatro, sigue con pasión los partidos del Gerona, viaja, es visitado, recibe butifarras de regalo, cobra un sueldo del Estado del que ha huído, aburre a las ovejas, y se permite el lujo de mirar como un barrenado. Muy poquita cosa es este chiflado taranta, chulo de los flamencos, que responde a todas las comodidades posibles con la mirada de los que están como cabras.
Resulta duro e ingrato establecer comparaciones con parientes personales. Mi tía Gloria Yusúpova Ussía, sobrina del asesino de Rasputín y única prima rusa de mi padre, fue una mujer que destacó por su belleza en la Corte del Zar Nicolás II. Era, además, sensata, caritativa, equilibrada y amada y amante esposa del Duque de Podvorie. Un chollo de mujer. Paseaba por el bosque de su inmensa propiedad «Slavinskayá» –que hacía linde con la casa del suegro del doctor Zhivago–, cuando de la floresta surgió un taimado zorro. El susto fue tan grande e imprevisto, que la tía Gloria empezó a mirar malamente al personal, agrió su carácter, tomó la costumbre de regañar al servicio doméstico en vascuence, hacía cortes de mangas y pirulas dediles a los popes ortodoxos, y el duque de Podvorie la devolvió a España, donde vivió sus últimos años completamente convencida de que era una gallina de Guinea. Y todo ese cúmulo de tragedias, por un simple zorro taimado, pero inofensivo. De haber vivido en nuestros días, hubiera sido la compañera perfecta del tontolaba de Waterloo, entre otras razones, porque su fortuna era superior a la del pobre Matamala, que se está quedando sin cuartos a marchas forzadas. Su herencia pasó íntegramente a las quince gallinas de Guinea con las que compartía las delicias de su hogar.
Al chaveta fugado de la Justicia española, le ha cambiado la mirada y se le han acerado los gestos. Prueba de ello es que los enviados de TV3 para hacerle entrevistas exigen viajar a Waterloo acompañados por una pareja de guardaespaldas, cuyas facturas corren a cuenta del Estado, faltaría más. Y preocupa mucho en su entorno, su costumbre adquirida últimamente de esconderse tras los arbustos del jardín, y surgir de improviso –como el zorro de la tía Gloria–, en porretas, con los gayumbos o el Braslip Ocean en la cabeza mientras procede a danzar ritmos exóticos que para nada recuerdan a una emocionante y serena sardana.
Tengo para mí, que de darse el caso de que el caguetilla decida retornar a España para enfrentarse con sus responsabilidades delictivas, con anterioridad a ser llevado ante el Tribunal Supremo, sea convenientemente revisado y analizado en el centro psiquiátrico más cercano al alto Tribunal con el fin de recuperar su plena personalidad y volver a ser lo que ha sido siempre. Un simple cobarde.
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