Opinión
Las niñas en India
Vengo de allí y no puedo desprenderme de su mirada. Cada vez que el coche en el que viajas se detiene, una niña, muchas veces con otra en sus brazos, aparece en la ventanilla y te pide algo. Apoyan la cabeza en el cristal cerrado con un gesto de cansancio infinito y con una manita cerrada se tocan el estómago y después la boca. «Tengo hambre, deme algo». Los que viven allí enseguida te advierten de que pertenecen a mafias y que lo que les des se lo tendrán que entregar al canalla. Tú aceptas y, cuando el coche arranca de nuevo, ves sus grandes ojos resignados. Tristes. Ustedes saben la tragedia que supone todavía hoy nacer hembra en muchos lugares de India. Las tradiciones, la historia y el patriarcado siguen funcionando implacablemente contra ellas. Las cifras son aterradoras: alrededor de 240.000 niñas mueren cada año por malos tratos, desnutrición y privación de atención médica. Las familias las eliminan antes de nacer, cuando es posible. El aborto se lleva a cabo con métodos de riesgo. Ahora, el gobierno ha prohibido que los médicos expresen a los padres el sexo del feto, pero se sigue haciendo. Las indeseadas que llegan a nacer son ahogadas con una toalla mojada o envenenadas con hierbas tóxicas en la leche. Miren la cifra arriba, es un feminicidio en toda regla y el mundo entero tendría que levantarse en un clamor por ellas. El tercer día no pude más, abrí la ventanilla, saque unas monedas y se las di a una niña. Ella y la bebé que cargaba se iluminaron a la vez en una inmensa sonrisa. Para quien sea, pensé, ese momento no se lo podrá robar nadie.
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