Opinión
Reina Madre
Ha cumplido 80 años la Reina Madre, no la Reina Emérita. Y en enero cumplirá 81 el Rey Juan Carlos I, no el Rey Emérito. ¿A qué berzotas le debemos esta ocurrencia? Bernard Shaw no se cortó cuando, en dos ocasiones, se vio obligado a definir a un amigo de la infancia. Algunos atribuyen la definición a Shaw y otros a Arthur Baer: «Nació tonto y tuvo una recaída». La segunda sinceridad es menos dolorosa: «Se ha pasado toda la vida sin aportar nada a la humanidad. Ahora, con más de cincuenta años ha sido padre de una niña, y le ha puesto de nombre Gwendoline. Menudo cabrón». Shaw fue un gran personaje. El autor de «Pigmalion» se llevaba muy mal con Churchill, pero invitó a Sir Winston al estreno de una de sus comedias. «Sir Winston, le envío dos entradas para mi próximo estreno. Una para usted y la otra para un amigo, si es que lo tiene». Churchill se las devolvió con una tarjeta manuscrita: «Sir Bernard: La noche del estreno estaré fuera de Londres. Intentaré asistir al teatro a la segunda representación, si es que la hay». Me he ido por las ramas. Siempre me sucede cuando me refiero a Churchill, por quien siento una profunda admiración. Las feminazis de hogaño le hubieran metido en la cárcel después de su enfrentamiento con Lady Astor, su feroz contrincante parlamentaria, lista, bruida, punzante y muy fea. «Señor Churchill, al Parlamento no se viene bebido. Es usted un borracho»; «y usted es fea. Mi error se supera con una breve siesta. El suyo es para toda la vida»; «si yo fuera su mujer, sir Winston, le pondría mañana cianuro en el café»; «y si yo fuera su marido, me lo bebería». Pero hay que volver al tajo. Al «nació tonto y tuvo una recaída» de Shaw o Baer. Tengo para mí que el acuñador del tratamiento de «Reyes Eméritos» a Don Juan Carlos y Doña Sofía nació tonto y tuvo una recaída de muy graves consecuencias. La figura de la Reina Madre es muy habitual en nuestra Historia, y al Rey Don Juan Carlos no es necesario humillarlo con esa majadería. Será, siempre, mientras se mueva por la piel de este conflictivo planeta, el Rey Don Juan Carlos I, el de nuestra libertad.
Pero mi pretensión en este texto no es referirme al majadero que se sacó de la manga lo de «Reyes Eméritos». Mi intención no es otra que felicitar a nuestra Reina Madre, Doña Sofía, por haber cumplido tan bien sus primeros 80 años y conseguir que se reuniera toda la familia. La presencia de la víctima de la demagogia y la obsesión antimonárquica de un juez podemita, la Infanta Cristina, en la celebración privada de La Zarzuela acompañada de todos sus hijos se me antojó de dulce de membrillo. La Infanta Cristina, absuelta y libre, tiene que recuperar su sitio en la Familia Real. Y este primer paso, impulsado por la Reina Madre, ayuda a la necesaria recuperación, y el Rey ha hecho muy bien atendiendo a la solicitud de su madre.
La Reina Madre ha vivido en España más de dos tercios de su vida. Se ha ganado el cariño y el respeto de millones de españoles. En los buenos y los malos momentos ha estado siempre del lado del Rey, y aunque muchos lo ignoren, su intuición en la atribulada noche del 23 al 24 de febrero de 1981, fue determinante. Sus errores han sido mínimos e intrascendentes, como permitir que su biógrafa oficiosa fuera una cotilla maledicente con muy acusadas pretensiones de situarse a la derecha de Dios cuando alcance la dicha eterna.
La Reina ha recibido estos días decenas de miles de felicitaciones del pueblo, sí, del pueblo, esa multitud que algunos pretenden adueñarse de ella. Y han sido felicitaciones y muestras de cariño sinceras, voluntarias y no sujetas a interés alguno. Me sale del alma dedicarle estas palabras y unirme a la alegría de la celebración. Y aprovecho la ocasión y el momento para rogar a los políticos y periodistas que se olviden de una vez de los «Reyes Eméritos». Rey Juan Carlos y Reina Sofía, la Reina Madre. Tan buena Reina como buena madre.
Muchas felicidades, Señora.
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