Opinión

La penetra

España no participó en la Gran Guerra de cuyo armisticio se ha cumplido y celebrado su centenario. En el Palacio Real, el Rey Alfonso XIII organizó y pagó de su propio bolsillo una oficina de gestión de canjes de prisioneros, información de desaparecidos y peticiones de perdón. Más de doscientas mil cartas y un porcentaje de éxitos asombroso. El recuerdo del marqués de Villalobar es obligado, y en estos días se exponen en el Real Palacio toda suerte de documentos y fotografías que recuerdan aquella humanitaria labor del Rey. Entre los prisioneros canjeados destaca el gran Maurice Chevalier que se autodefinía «como el republicano con Rey», en memoria de su salvador, Alfonso XIII.

El Rey seguía día tras día las gestiones de su departamento, sito en los altos del Palacio Real. En la vida cotidiana estaba prohibido hablar de la Guerra. La Reina Madre era austríaca y la Reina Victoria Eugenia británica. El conflicto se superó con enorme educación, a pesar de que tanto una Reina como la otra perdieron muy queridos familiares en los frentes de batalla.

En los actos de celebración del centenario del armisticio, festejados en París, el Rey ha sido recibido con especial afecto y consideración por el Presidente de la República Francesa, Emmanuel Macron. La Reina Leticia no le acompañó, porque como se ha recordado desde La Zarzuela, «se trataba de un acto para Jefes de Estado o de Gobierno», sin consortes de uno y otro sexo. Alguna consorte se coló, pero que le vamos a hacer, «la vie c´est la vie, cherchez la femme, et voilá». A los que se cuelan en las fiestas, en la alta sociedad de Río de Janeiro los llaman «penetras», y socialmente son muy prestigiosos. Una fiesta sin «penetra» conocido es motivo de toda suerte de críticas adversas. Entre las «penetras» de París, como no podía ser de otra manera, estaba ella.

Él llegó con un chaquetón modelo «Balta Garzón» –probablemente regalado por su ministra de Justicia-, y ella con la sonrisa puesta. No pintaba nada ahí, pero esta mujer está convencida de su importancia institucional. Es la novia en la boda, la niña en el bautizo y la muerta en el entierro con tal de dejar su sello, como cantaba la inolvidada Cecilia en su «Dama, Dama». Es la «penetra» por excelencia. Y de allí, a las Américas, donde nada se le ha perdido porque su trabajo –lleva ya dos mensualidades generosamente remuneradas-, consiste en colaborar con el desarrollo de África. Hay que trabajar más, doña Begoña, y dejarse de ceremonias ajenas a sus responsabilidades. Por otra parte, el acto no resultó divertido, y si no lo creen pregunten al Rey de Marruecos, Mohamed VI, que se durmió en tres momentos de su transcurso. También se coló Melania Trump, pero no es asunto de mi incumbencia. Si algún ciudadano de los Estados Unidos se cree obligado a criticar su presencia, que lo haga libremente. A mí, plin, que bastante tengo con la nuestra.

A los que se cuelan en los festolines, con excepción de los «penetras» profesionales, se les nota de lejos que se han acoplado sin invitación al jolgorio o el aburrimiento ceremonial. El que escribe y firma se coló en Sitges en una cena de abundante caviar, y cuando me descubrieron, no sólo no fui expulsado sino que había ligado con la anfitriona, una gordita encantadora que no cabía en sí de gozo, y que por no caber, tampoco lo habría logrado por el arco central de la Puerta de Alcalá. Terminada la fiesta, como nos acabábamos de conocer, no tuvimos que devolvernos los rosarios de nuestras madres ni quedarnos con todo lo demás, pero por prudencia, no he vuelto a Sitges. Colarse produce mucha tensión, pero la nuestra lo hace divinamente, y sin perder la sonrisa.

Eso sí, ya de hacerlo, tendría que haberle regañado a su marido por el chaquetón que llevaba. Con ese chaquetón no se puede ir a ninguna parte, y menos a una ceremonia conmemorativa de un armisticio. De ahí al chubasquero carmesí media muy reducido trecho.