Opinión
Embarullado
no está teniendo suerte don Julio Rodríguez en esto de la política. Y se comprende. El ex JEMAD, mal que bien, mejor o peor, pasó de tratar durante cuarenta años con el patriotismo y la decencia de sus compañeros militares a formar parte del barullo estalinista de una formación política resentida y en mi opinión, devastadora. Un cambio así no es soportable. Es como pasar la vida en un campo maravilloso y saltar de ahí a ser el presidente de la comunidad de vecinos del más alto rascacielos de Benidorm. Porque Podemos es una comunidad de vecinos muy mal avenida y con acerados rencores.
El gran timonel y machirulo, amén de enriquecido líder de Podemos, le dibujó al teniente general en la reserva un paisaje futurista maravilloso. Se presentó a las elecciones generales por Podemos en Zaragoza, y los votantes le dieron pepinillo. Lo hizo posteriormente por Almería, y el pepinillo fue doble, y para colmo, picante. En vista de ello, el teniente general en la reserva se hizo cargo de Podemos en Madrid, donde optaría como número 2 de Manuela Carmena a un sillón de concejal. Pero la alcaldesa Carmena tampoco se ha sentido a gusto con las imposiciones del gran timonel, y le ha dado pepinillo al general, que tiene que estar pasando por momentos de gran tribulación y barullo mental. Carmena quiere una lista con los suyos, y no con los de Iglesias, y se ha armado la gorda.
Don Julio Rodríguez es militar. No se ha comportado como un militar, pero lo es. Y llegó por preferencias políticas a lo más alto de su carrera. Ha vivido en un ambiente donde el sí es sí y el no es no. Donde la palabra dada es palabra cumplida, y donde los aciertos se premian con modestia y los graves errores se sancionan con firmeza. Don Julio, aunque le pese, está formado para cumplir con disciplina las órdenes de sus superiores y para hacer cumplir las suyas a sus subordinados, en una institución en la que la jerarquía es norma obligada. Don Julio ha compartido la mejor época de su vida entre compañeros justos, decentes, alejados de la ambición personal y entregados a la defensa de España, de su unidad, de sus símbolos y de sus valores. Y claro, cuando se salta de ese ámbito al espacio de los trileros, los resentidos, los que odian a España, los que desean verla fracturada y arruinada, los que pactan con los separatistas y los representantes de la banda terrorista ETA, los que defienden al tirano Maduro y el alto nivel de vida de Cuba, los que reciben dinero sin límite de un régimen tan comprensivo como el iraní, el cambio resulta excesivamente brusco. Y ahí está el pobre don Julio, posiblemente arrepentido de su debilidad, de haber perdido el afecto de casi todos sus compañeros, de protagonizar acciones políticas muy cercanas al ridículo, y de verse obligado a tratar día tras día con personajillos que aborrecen todo lo que él ha representado durante cuarenta años. Así, sinceramente, no se puede vivir.
Se lo recomendé, muy humildemente, en esta página y en diferentes ocasiones. Márchese de ahí. Por muy mal que haya evolucionado, Vuecencia no pinta nada en ese barullo de feriantes, traiciones, componendas y mentiras. Un pulpo en un garaje se siente mejor que un militar en Podemos. Son muchísimos los izados de Bandera y los toques de Oración por los caídos los protagonizados o presididos por un teniente general. Y esa Bandera la repudian los que ahora se mueven a su lado, y esos caídos por España les importan la mitad de un bledo. La adaptación de un militar a ese conglomerado de gentuza es humana y psicológicamente imposible. Por mucho que se esfuerce, jamás lo conseguirá. No olvide que por su condición de militar de alto rango, el antiespañolismo, el antipatriotismo y la indecencia no olvidan su pasado. No les cabe en la cabeza que Vuecencia haya sentido, en algún momento, amor por la España que ellos aborrecen.
Deje la política, acepte su pasado y su destino, y reste tranquilo, señor general.
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