Opinión
Es decir, mi persona
El presidente del Gobierno, es decir, mi persona, ha llegado sin novedad a Valladolid, a bordo de un avión Falcon cuando podía haberse trasladado en un AVE. El presidente del Gobierno, es decir, mi persona, es así de generoso con el dinero de los ciudadanos. Tan generoso, que el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, se ha pulido un millón de euros –con exactitud, 923.000–, en la modernización de los sistemas de calefacción y aire acondicionado del palacio de La Moncloa. Los anteriores presidentes del Gobierno, es decir, otras personas, se congelaban de frío en invierno y se asaban de calor en verano, según se desprende del gasto aprobado por el actual presidente del Gobierno, es decir, mi persona. Para apoyar a la candidata socialista a presidir la Junta de Andalucía, su aborrecida Susana Díaz, el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, se ha desplazado a Chiclana con su médico personal, como hacen Madonna y Lady Gaga. Se ha echado de menos, en su equipo médico, la presencia del psiquiatra, porque el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, necesita un psiquiatra con urgencia que le modere la prepotencia, la horterada del nuevo rico y la egolatría. En Valladolid, tendrá que explicarles al presidente y primer ministro de Portugal el proyecto de la Copa del Mundo de fútbol con las sedes repartidas entre España, Portugal y Marruecos. Sucede que el proyecto se lo planteó al Rey de Marruecos sin consultarlo previamente con los gobernantes portugueses, porque el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, es así de osado, precipitado y frívolo. Después de la ejemplar decisión del magistrado don Manuel Marchena, de renunciar a su nombramiento pactado con el PP de presidir el Consejo General del Poder Judicial y el Tribunal Supremo, el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, se ha rectificado a sí mismo y ha olvidado su exigencia del año 2014 de promover un órgano de gobierno de los jueces verdaderamente independiente. Ya en el poder, aunque sea en condición de «okupa efímero», el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, ha cambiado de opinión y aboga por mantener el sistema de elección de los jueces mediante pactos políticos. Simultáneamente, esa extraña mujer que lleva la cosa de la Educación en su Gobierno, ha desterrado la enseñanza del idioma español en un amplio territorio de España, y para consumar su traición con el mercadeo de los votos separatistas, el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, ha ordenado a sus sumisos diputados y senadores que avalen los futuros y seguros indultos a los golpistas del independentismo catalán. Para mí, y lo escribo desde la independencia que procuran los años cumplidos, que el presidente del Gobierno, es decir, mi persona, puede llevar a España a los límites de una confrontación que presumíamos imposible unos cuantos – no muchos–, años atrás.
El presidente del Gobierno, es decir, mi persona, tiene en sus manos a una gran mayoría de los medios de comunicación, sedientos y expectantes de recibir toda suerte de dádivas y subvenciones. Y el presidente del Gobierno, es decir mi persona, ya ha anunciado que, de verse obligado a convocar las elecciones adelantadas que había prometido en la moción de censura contra el inane Rajoy, no renunciará a sus decretos sociales acordados con los estalinistas de Podemos.
Tenemos un presidente del Gobierno, es decir, mi persona, que merece un profundo y sosegado análisis psiquiátrico. No entiendo mucho al respecto, pero creo que en España hay muy avanzados especialistas en la materia. Nuestro presidente del Gobierno, es decir, mi persona, por mantenerse una noche más en los aposentos monclovinos con la salvadora de África, es capaz de hacer añicos más de seis siglos de unidad histórica. Claro, que para eso y por eso es el presidente del Gobierno, es decir, su persona. Su mala persona.
✕
Accede a tu cuenta para comentar