Opinión

Sonrisas de campaña

Las campañas electorales son insultantes. Los políticos creen que la gente es tonta. Puede ser que tengan razón, pero hacen mal en demostrarlo. Ignoro cómo se maneja el tinglado y quiénes diseñan y programan las visitas y desplazamientos de los políticos y asesoran a los partidos en estos períodos tan falsos y gamberros. Me figuro que los asesores a cuenta de los electores, que al final son los que votan y los que pagan. Han pasado de moda las escenas de los candidatos sosteniendo entre sus brazos y besando a los niños. Los asesores ya no quieren niños. Ahora eligen fábricas, granjas y pequeñas empresas. Fábricas, granjas y pequeñas empresas que, pasadas las elecciones, olvidarán por completo. De cuando en cuando, fuera del programa de los asesores, suceden hechos interesantes. Como el baño en el remanso del río, en un caluroso día del mes de junio y con viento terral, de Fraga Iribarne y Pío Cabanillas. Se dirigían a dar un mitin electoral. Se desnudaron para refrescarse en las aguas azules. Se oyeron gaitas. Una romería. Era necesario e imprescindible correr hacia los coches. Cantaban los romeros «ondiñas venen, ondiñas venen e van», y ellos en pelotas en el río. Fraga, pudoroso corrió hacia los coches con las manos cubriendo su armamento viril. Pío le gritó: «¡No, Manolo, así!». Y Fraga entendió que la estrategia de Cabanillas era mejor que la suya. Pío corrió tapándose el rostro, con la cosita al aire y a la vista. Nadie es reconocido por la cosita. En fin, cosas que pasan. Y don Enrique Tierno le dio un repaso al memo de Verstrynge, candidato de Alianza Popular al Ayuntamiento de Madrid, gracias al chotis que se marcó con Flor Mukubi, una guineana maravillosa. Verstrynge hablaba en los mitines con su proverbial torpeza, y Tierno bailaba con la señorita Flor. Mayoría absoluta para Tierno. Los mitines son peligrosos. El inolvidado y gran señor de la política Fernando Álvarez de Miranda, primer presidente del Congreso de los Diputados en la democracia, juanista estorileño, intervino en un mitin en su circunscripción, Palencia, Alta Castilla. La emoción le jugó una mala pasada. Su idea era principiar el discurso al grito de «¡Palentinos!», pero le salió un «¡Palestinos!», que por fortuna no menguó su alforja de votos, porque en Castilla se sonríe menos pero se piensa más y mejor que en otros lugares de España. Ya lo decía Tarradellas: «Castilla, ésa sí que es una comunidad histórica».

En Andalucía, los asesores están exprimiendo a los candidatos llevándolos a lugares inútiles. La intención de voto no cambia por una campaña electoral. Todo es negocio. Negocio a costa de los contribuyentes, que financian, votan y se olvidan de ellos. Me ha sorprendido el acto electoral del candidato del Partido Popular Juanma Moreno en la cordobesa localidad de Añora. Sonríe abiertamente mientras abraza a una vaca. Ignoro si los asesores le han informado que, de momento, las vacas no tienen derecho al voto. En el futuro es probable que sí, pues los de Pacma están empeñados en situar a los animales en su sitio, es decir, ante las urnas. Pero todavía no han conseguido la mayoría suficiente para llevar a buen fin su progresista proyecto. Y ahí tienen a Juanma Moreno, abrazado a la vaca de Añora, que responde a su sonrisa con esa mirada triste tan característica en las vacas. Como apuntó el sabio zoólogo suizo Hans Tell -descendiente de Guillermo-, las vacas de leche tienen la mirada sombría y melancólica porque nadie las besa después de hurgarle los tetámenes.

De cualquier manera, las visitas de Susana a fábricas, los abrazos de Juanma a las vacas, los mítines de Ciudadanos y las amenazas de la señora de Kichi, no van a cambiar los votos. Habrá alguno que salte de un lado al otro, pero serán muy pocos. Las campañas electorales son obligadas memeces que sólo provocan hilaridad. Pero es más prudente abrazarse a la cautela que a la vaca, para no ser acusado de fascista. Que la verdad sea dicha, por otra parte, me la refanfinfla.