Opinión

Milicias

El 10 de junio de 1934 está escrito con letras de sangre en la Historia de España. Por la mañana, un grupo de las milicias socialistas dio muerte a un falangista llamado Juan Cuellar regodeándose una mujer llamada Juanita Rico en ultrajar el cadáver orinando sobre él. Falange había sufrido ya siete asesinatos desde la primavera de aquel año sin responder con represalias. Ese día, todo cambió. Antes de que acabara la jornada unos falangistas asesinaron a Juanita Rico e hirieron a uno de sus hermanos dejándolo cojo.

A partir de ese momento, las milicias –inicialmente de izquierdas y de los nacionalistas catalanes, luego de Falange y el Requeté– se enzarzaron en una danza y contradanza de asesinatos callejeros. En octubre de aquel mismo año, el PSOE y los nacionalistas catalanes se alzaron en armas contra el gobierno legal de la Segunda República y declararon la independencia de Cataluña. La guerra civil tardaría en llegar todavía algo más de un año, pero, para entonces, se había convertido en común el espectáculo de los asesinatos callejeros. Cuando en julio de 1936 estalló el conflicto fratricida, esas milicias de uno y otro bando perpetrarían miles de asesinatos en la retaguardia. He recordado ese horror al ver las reacciones de la izquierda tras las elecciones andaluzas. Podemos en Andalucía publicó inmediatamente un twitter donde afirmaba: «Hay que salir a la calle a machacar con nuestras ideas.

El pueblo está equivocado. No acataremos sus leyes, sólo las de la Hoz y el Martillo». Inmediatamente, Pablo Iglesias llamó a los «trabajadores, estudiantes, feministas y colectivos progresistas» a crear una respuesta «antifascista» porque la democracia está «en riesgo». De manera sincrónica, al grito de «Sin piernas, sin brazos, los fachas a pedazos», centenares de personas se manifestaron el lunes en Sevilla y otras ciudades andaluzas contra VOX.

Desde mayo del pasado año, Podemos ha impulsado una iniciativa legal que despenalice las acciones violentas de los piquetes. Semejante plan, confirmado en octubre de este año, significa abrir las puertas a la impunidad de milicias violentas.La excusa, como en los años treinta, es la lucha contra un fascismo inexistente en España y la verdadera causa es el deseo de implantar una dictadura de izquierdas. Si esa reforma legal se consagra, la violencia de Podemos y golpistas varios se apoderará de las calles y, como antaño, será verdugo de la libertad y de la paz.