Opinión
Muy feos
Si no fuera por el odio y la violencia que propugna, anima y facilita, lo del ridículo vecino de la Navata sería divertido. ¡Qué gesto de rencor y furia mientras azuzaba a sus masas perdedoras para violentar las calles de las capitales andaluzas! «¡Sin piernas y sin brazos, los fascistas a pedazos!», gritaban las criaturas. Banderas republicanas y comunistas. Un cuadro muy repetido. Y feos. Se reunieron para demostrar su nulo respeto a unos resultados electorales adversos a sus anhelos, un grupo de feos enfadados.
Los feos acostumbran a ser simpáticos. Yo, por ejemplo. Guardo como oro en paño una fotografía de mi bisabuela materna y sus tres hermanas posando en el salón de su casa en Puente Genil, donde se elabora el mejor membrillo de España entre paisajes de olivares infinitos. Mi bisabuela y sus tres hermanas eran feísimas, pero simpáticas, y según las crónicas de la época, religiosas, caritativas y bondadosas. Pero feas a rabiar. La imagen del violento Iglesias, desencajado, y acompañado de los miembros de su equipo, con Echenique escorado a la izquierda, me recordó a la de mi bisabuela y sus hermanas en su casa de Puente Genil. En fealdad, que no en simpatía.
Es lógico que Podemos se mueva por la frustración del descenso. Sucede cuando la hoz y el martillo se abrazan con el hacha y la serpiente. Y es ridículo, que después de veinticuatro horas de análisis del fracaso, el codueño del millonario chalé de Galapagar, responsabilice a Eduardo Inda, colaborador de LA RAZÓN, del chasco andaluz. «La basura de Eduardo Inda», que le ha respondido con un cariñoso «querido mierda». Podemos Andalucía, para demostrar su hondo espíritu democrático, ha colgado un mensaje en las redes sociales que merece ser reproducido. «Hay que salir a la calle a machacar con nuestras ideas. El pueblo vota equivocado. No acataremos sus leyes, sólo, las de la hoz y el martillo». Bien, democracia pura.
Lo que venga de esta gente tan fea de ánimo no puede sorprender a nadie. Pero he notado, y me ha dejado un tanto descorchado la repetición de la consigna «Vox, extrema derecha», reiterada por figuras respetadas y respetables de una cadena de televisión muy ligada a nuestro periódico. La estupenda Sandra Golpe se ha equivocado acusando de extremismos y xenofobia a quienes han salido de la nada para voltear el sistema de socialismo andaluz. Y a Matías Prats, la noche del desastre socialista, no se le cayó de la boca la calificación despectiva de «extrema derecha». Hombre, Matías, mi buen Matías. Yo conocí a un tipo formidable que se movió durante años con alto prestigio, simpatía arrolladora, cultura bruída, sentido del humor y bonhomía intachable en la que hoy defines como «extrema derecha». Y me refiero al gran maestro de periodistas don Matías Prats Cañete, tu padre.
Y eso crea confusión. En un medio independiente que no comulga en su línea editorial con el estalinismo violento –demostrado ha quedado–, de Podemos, que figuras prestigiosas y populares como Matías Prats, Susana Griso o Sandra Golpe reiteren el marchamo de «extrema derecha» para ubicar a Vox y no se hayan referido jamás a la «extremísima izquierda» de Podemos, causa confusión entre la audiencia culta y equilibrada, que es la más fiel de Antena3. Lo de La Sexta es otra cosa y lo de Julia Otero en Onda Cero el no va más. Me preocupa la sospechosa reiteración de la descalificación en Antena3, porque es mi cadena, de la que me informo y me nutro de noticias e ideas.
No puedo calificar a Vox de extrema derecha porque todavía no le han dado tiempo a demostrarlo. Defender a ultranza la unidad de España no es de extrema derecha. Respetar a quienes han sido víctimas de la brutalidad terrorista como Ortega Lara o Abascal, no es de extrema derecha. El mismo derecho democrático tiene un partido que apoya la inmigración que el partidario de regularla. Iglesias ya sabemos donde está. Me gustaría saber dónde se ubican los que me han desubicado desde la cercanía.
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