Opinión
Villareja
Mi compañera de colegio –más joven y atractiva que el arriba firmante–, Dolores Delgado, fue vapuleada en el Senado por culpa del rarísimo jersey que llevaba. Un despropósito. Las mangas se anudaban en los costados, le surgía del torso un retal despegado, y cuando se veía obligada a consultar sus papeles –no sabe hablar sin ellos–, la manga izquierda le impedía mover el brazo amparado en su manga derecha y saltaba de la página 2 a la 7 de sus apuntes impidiendo la coherencia en sus palabras. No era jersey, tampoco chándal, ni corcuso, ni sudadera –horrible término–, ni capa, ni capisayo, ni pañosa, ni albornocillo, ni capotillo,ni pelosa, ni envoltura, ni cobertura, ni rebeca. Era una prenda de vestir rarísima, complicada, retorcida, que por sus características confusas bien podría denominarse desde ahora, villareja. Deformaba su bien armado empaque y le obligaba a escorarse cada vez que necesitaba pasar página, de tal modo que a punto estuvo de colonizar el escaño de Marlasca como consecuencia de sus permanentes escorzos muelle que efectuaba para responder a la rubia apisonadora del Partido Popular. La villareja le resultaba incómoda, inoportuna y agobiante. Bueno es recomendar a la señora ministra que no se ponga la villareja para asistir a la reunión en la cumbre con sus socios separatistas catalanes. Porque doña Dolores, con villareja o sin ella, forma parte del séquito del tonto que se va a sentar a negociar con el que insulta a todos los españoles llamándonos –y llamándose–, víboras y tarados. Con la villareja puesta, Torra no va a encontrar su mano para estrechársela al fin de la reunión, ya con la traición a España culminada a cambio del apoyo de los golpistas a los presupuestos. El extraño complemento de atavío también podría ser conocido como garzona, pero creo que villareja se ajusta mejor a su desbarajuste.
Cuando un Gobierno de España para celebrar un Consejo de Ministros en España necesita más de diez mil agentes de seguridad, algo falla. El interlocutor del tonto osado anima a los violentos para que tomen las calles de Barcelona. El interlocutor ha superado con creces los desprecios y vejaciones que los españoles hemos padecido con Pujol, con el tripartito, con Mas, y con el forajido de Waterloo. Pueblo de tarados y retrasados mentales, nos ha dicho, más o menos. Ni 155 permanente como pide Alfonso Guerra, ni 155 como exige Casado, ni 155 como apunta Vox, ni el ciento cincuenta y cinquito como aplicaron Rajoy, la chica y Montoro con el apoyo del tontorrón de los aviones. Mientras escribo, España está siendo vilmente traicionada, porque quien nos insulta no se hará la fotografía con el pobre doctor de manera gratuíta. Y por permanecer unos meses más en La Moncloa con su Begoña –qué bien canta Begoña La Internacional–, ésta calamidad es muy capaz de entregar al ultraderechista y racista Torra la cosoberanía del nordeste español. Y asistirá a la reunión la ministra de Justicia, Notario Mayor del Reino, para tomar buena nota de la humillación. Pero sin villareja, porque si se viste con la villareja, ni buena ni mala nota podrá tomar por la asfixia corporal que la villareja produce.
No lo escribo con pesimismo, sino con convicción serena. Entre Sánchez y Torra, entre uno y otro, pueden provocar un conflicto civil de proporciones preocupantes. Los grupos violentos separatistas están armados. Ya están armados. Y una notable cantidad de Mozos de Escuadra –no todos–, dispuestos a usar sus fuerzas a favor del golpe de Estado. Y todo, por no perder el avión, el helicóptero, los viajes y los paseos por los jardines de La Moncloa. Cuidado con el individuo. O el PSOE reacciona y abandona su vergonzosa pasividad, o este tío nos lleva al enfrentamiento. Hoy está con el gran traidor tejiendo la vileza. El pacto con un traidor es sinónimo de traición.
Lo menos importante es el atuendo de la ministra. Con Villareja o sin ella, el resultado será un desastre.
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