Opinión
Vertedero y cloaca
Resulta absurdo escribir de una foto cuando los individuos que aparecen en ella son sobradamente conocidos. El pie de foto sirve para otros menesteres. Por ejemplo, para informar a los lectores que el rostro que aparece en la fotografía pertenece a Lord Samuelson, que ha fallecido de un infarto de miocardio, y merece la dimensión de noticia cuando el 98% de los lectores de la publicación ignoraban que existía Lord Samuelson. También el pie de foto es útil para mostrar la antipatía o el desprecio del poderoso por el talento. A huevo viene para celebrar la derrota de Cebrián en su intento de dirigir la Real Academia Española y el triunfo de don Santiago Muñoz Machado, que heredó el sillón «r» en el que se aposentó durante más de veinte años don Antonio Mingote. Era Cebrián director de «El País» y se daba información escrita y gráfica de la recepción del Rey en La Zarzuela posterior a la entrega del Premio Cervantes. Con la cordial simpatía que caracterizaba al periódico de Cebrián, una de las fotografías elegidas fue la de Antonio Mingote saludando al Rey. Y el pie de foto rezaba: «Uno de los invitados saludando al Rey». Anda, y que se fastidie.
Y también para las divertidas, voluntarias o no, erratas en tiempos complicados. El diario «Arriba» que dirigía Jaime Campmany, publicó una fotografía del ministro Secretario General del Movimiento, José Solís Ruiz, con el pie de foto que sigue: «Ha iniciado una gira por las principales ciudades de Andalucía don José Solís Ruiz, Ministro Secretario General del Inconveniente». Y en «Informaciones», un muchacho que hacía prácticas, fue invitado a redactar un pie de foto de fácil cumplimiento. Doña Carmen Polo de Franco depositaba un ramo de flores a la Virgen de Atocha. Y escribió. «Doña Carmen Polo de Franco ante la Virgen de Atocha». Guillermo Medina, que era el director del Servicio de Documentación llamó a su despacho al redactor. «Menos confianza. Añada excelentísima señora». Y así se hizo. «Doña Carmen Polo de Franco ante la excelentísima señora Virgen de Atocha». Pero todo lo anteriormente narrado forma parte de la diversión periodística y del jardín de las víboras ocurrentes.
Hoy, la noticia en España es una fotografía repugnante, de cloaca, de vertedero. En ella se aprecia la claudicación del presidente del Gobierno ante un satisfecho golpista que luce el lazo amarillo que identifica la rebelión. Ese presidente del Gobierno de España no ha ganado las elecciones, y se ha apoderado con los votos de separatistas, etarras y estalinistas del futuro de España. Se trata de un visitante digno del visitado, que no es otra cosa que un racista partidario de la violencia y de la independencia, por cualquier vía, de Cataluña. Esa foto sólo puede ir acompañada de un pie de foto que diga: «Porquería y traición». Acompañan al visitante su vicepresidenta Carmen Calvo, la «aristótelas» de Cabra, y la submarina en el Gobierno del dislate catalán, Meritxell Batet. Posteriormente, visitante y visitado, al mismo nivel protocolario, se hacen la foto a solas, intercambiado sonrisas, zalemas, requiebros y cariños. Ese pie de foto es más sencillo: «Dos traidores conversando entre lazos amarillos».
Esas fotografías están insultando, despreciando y humillando a decenas de millones de españoles. Y lo que es peor. A más de tres millones de españoles cuya patria chica es Cataluña. Esas fotografías están insultando a los ciudadanos que votan para comprobar que su voto no vale para nada porque se lo hurtan. Esa fotografía no le habrá satisfecho a Rajoy, la pequeña y Montoro, porque ha podido ser llevada a cabo gracias a su desastrosa gestión anterior. Son ellos los autores de la fotografía. El presidente cobarde, la vicepresidenta sin principios y el ministro de Hacienda depredador y generoso con el dinero público entregado a Puigdemont. La foto está hecha, que es lo que pedía el presidente del golpismo, y el pie de foto no admite otra redacción: «España, una vez más, traicionada por un socialista». Y ella, cantando la Internacional y cobrando del Instituto de Empresa.
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