Opinión

El año del ridículo

Este año, que al fin se nos ha ido, ha sido el año del ridículo del derrochador Sánchez. El año de su fraude doctoral, de su derroche permanente, del enchufe de su mujer, de sus secretos de Estado, de su humillación ante los separatistas, de su intento de acompañar al Rey en los saludos del Palacio Real, el año de los aviones y los helicópteros, de los viajes sin contenido, de su clamorosa inutilidad política, de su fracaso electoral en Andalucía, de su incalificable horterismo, y de su chasco legal con su medida estrella. La exhumación de los restos mortales del General Franco, que seis meses después de ser anunciado su traslado, sigue descansando en paz en el Valle de los Caídos. Tenemos un inútil que, para desgracia, además de osado, atrevido, gastador y necio, parece gafe. No un gafe normal, sino gafe sotanillo o gafe manzanoide, que son las categorías en la cúspide de la pirámide de la gafancia. Este año, podría denominarse el de la traición, el de los secretos de Estado de Begoña, el año de los vuelos a Logroño y Valladolid o el año de la ridícula derrota de todo un Gobierno de España ante los restos mortales de un fallecido que ha cumplido más de cuarenta años desde su muerte. La medida estrella estrellada en la frente de este tontorrón.

Zapatero fue una calamidad nacional, y este Sánchez es una tragedia con imposible final feliz, aunque se adivine cercano. Lo de Franco no ha pasado de ser una ocurrencia sin importancia. Todavía recuerdo su gesto de soberbia y vanidad anunciando su inminente exhumación. La visita de la egabrense al Vaticano y su fracaso ante veintiún siglos de diplomacia e inteligencia. No se puede mandar para lograr lo casi imposible a una paleta feminazi a negociar con la Santa Sede. Leo en LA RAZÓN que el prior de los benedictinos ya ha comunicado por escrito al pobre hombre que los restos de Franco no se moverán mientras la familia se oponga a ello. La Iglesia es así, que tiene los poderes muy divididos. El arzobispo de Madrid era partidario de la prevaricación fúnebre de Sánchez, pero aquí el que corta el bacalao es el prior de los benedictinos. La Iglesia es jerárquica, pero a su manera. Mi queridísimo párroco de Ruiloba, don José Antonio Zúñiga, que administraba la devoción en los ocho barrios de Ruiloba –La Iglesia, Ruilobuca, Pando, Concha, Liandres, Casasola, Sierra y Trasierra–, además de la pedanía comillana de Ruiseñada, tuvo un pequeño encontronazo con el obispo de Santander por un asunto sin importancia. El obispo era partidario del «no» y don José Antonio del «sí». Paseando a su lado por la mies del valle de los laureles, el bueno y grandísimo párroco me confesó que había triunfado el «si». Don José Antonio tenía una voz rotunda de de barítono tirando a bajo, muy parecida en su tono a la de don Santiago Amón, mi querido maestro. «Como comprenderás, el señor obispo, que es una gran persona y lo está haciendo muy bien, en los problemas de la parroquia de Ruiloba no tiene excesiva influencia». Porque el padre Zúñiga era como Don Camilo, el formidable personaje de Giovanni Guareschi, universalmente leído.

Estos políticos de chorradas que invaden lo que democráticamente no les corresponde y pretenden vivir a todo trapo aprovechando los pocos días que le restan para derrochar el dinero de todos, y lo que es peor, humillar a España y a su Historia, –la perversidad analfabeta es la más peligrosa–, se creen con derecho a todo sin haber cumplido ni el primero de sus deberes, que no es otro que respetar a los ciudadanos que gobierna. Y les sale un fraile que le obliga a rehúsar como el caballo que al acercarse a la valla llega a la conclusión de preferir la caída del jinete a su trompazo con el obstáculo. Sucede que todos los disparates de este ceporro se olvidan muy pronto por la ayuda de los profesionales de la comunicación, que en su mayoría, lo consideran suyo.

Seis meses han transcurrido, seis más que transcurrirán, otro año y un año más allá del otro, y Franco seguirá en el Valle de los Caídos mientras Sánchez, es posible, por su insaciable capacidad de gastar el dinero de todos en su comodidad y la obsesión «Dior» de su señora esposa, lleguen al acuerdo de volar hacía América sin billete de vuelta por temor a la Justicia, que ha sido este año la columna resistente del Estado ante el golpismo que a Sánchez mantiene en el poder.

En fin, que se nos presenta un 2019 más que movidito.