Opinión

Ruth Beitia

Creo que a estas alturas de la vida puedo presumir o intuir, que conozco de lejos a las personas.Por supuesto que admiro y quiero a Ruth Beitia, y le agradezco como compatriota su tesón y su esfuerzo para alcanzar la cima más alta del atletismo español de todos los tiempos. He saltado con ella levantando mi pierna izquierda para acompañarla desde la lejanía. Tengo el honor de haberle entregado en «La Razón» el premio que lleva mi nombre como «Española del Año». He sido su compañero limonero en Novales. Y me la he encontrado en las calles de Santander, siempre rodeada de paisanos entregados a su simpatía y personalidad.

Ruth Beitia lleva años como diputada autonómica del PP en el Parlamento de Cantabria, y de novata en la política, nada de nada. El presidente que nunca ha ganado unas elecciones, Miguel Ángel Revilla, el viejo y simpático falangista que ha gobernado gracias a los votos del PP, de Hormaechea, del PSOE y ahora con el voto podemita, se refiere a ella displicentemente como «la saltadora». Joé con la saltadora, que le ha dado a La Montaña y a España el rosario de triunfos más continuado y firme en el deporte-rey, que no es el fútbol, sino el atletismo. Y Revilla sabe que con Ruth Beitia como candidata del PP a la presidencia del Gobierno de Cantabria no lo va a tener fácil, porque en aquella tierra los triunfos de los montañeses se agradecen y valoran, a su manera, que excesivamente expresivos no son, sinceramente.

Ruth Beitia es como un junco desmedido. Pero tiene una virtud inalcanzable para los juncos, medidos o sin medir. Una estupenda cabeza, formación, inteligencia, simpatía, espontaneidad y trabajo, más trabajo y mucho más trabajo. Su disciplina en el esfuerzo es absoluta, y jamás, en los tiempos más duros de su excepcional carrera deportiva, se dio por vencida. Leo que en un sector del PP, su designación no ha caído bien del todo. Me figuro que se trata del sector oficialista con la pequeña en la vicepresidencia del Gobierno, el sector del acomplejado Lasalle, Lavalle o Lacalle, que ahora mismo me planteo la duda, anterior marido de la socialista Maritxel Batet, que se mueve con tanto aplomo entre la intrascendencia y el catalanismo coñazo. Fue bailarina, y lo demuestra cada día.

No está el PP en situación de enfadarse con su propio aparato. Ruth Beitia representa el polo contrario que el acomplejado enchufado de la pequeña durante los Gobiernos de Mariano Rajoy, el titán combativo. Y menos aún en una autonomía que el PP perdió por sus errores. Con Ruth Beitia se puede tomar, y se toma, un aperitivo de sonrisas y esperanzas, pero en un despacho y desde su escaño, se conoce al dedillo todos los problemas que preocupan a los montañeses. Me puedo equivocar, pero creo que su designación ha sido un acierto.

Físicamente no es alentador estar junto a ella. Mide, como poco, 190 centímetros de fibra, músculo y fuerza. Se entiende que Revilla huya de las fotografías donde ella aparece. Yo mismo, que me creo alto sin serlo, al lado de Ruth me siento subterráneo. Pero la genética manda y ni ella ni Revilla ni yo tenemos la culpa de las órdenes de la naturaleza.

Es bueno y saludable el cambio. Del deporte a la política. Del músculo al servicio público. Honrada a carta cabal, Ruth Beitia puede representar el nuevo aire que necesita el PP para olvidar recientes catástrofes, entre ellas la de entregar con suma cobardía el Gobierno a un títere del independentismo por no convocar elecciones. Sería, y probablemente lo será, una presidenta decente y normal. No necesitará del espectáculo para mantenerse. Tiene 190 centímetros de altura repartidos entre su amor a Cantabria y su amor a España. Es un buen reparto. Y sin complejos. Suerte, Ruth.