Opinión

Obsesión sexual

Mientras los contribuyentes estamos siendo saqueados –unos más que otros-, por unos impuestos sin límite ni escrúpulos – con las preceptivas y jugosas comisiones creadas por el pobre comunista agazapado de Montoro-, nos enteramos, de cuando en cuando, del destino de nuestro dinero. Los secretos de Estado de Begoña Gómez, la esposa del presidente del Gobierno y tenedora del mejor puesto de trabajo en España –90.000 euros al año por no ir a la empresa contratante–, y los 26.000 euros que en su día destinó Bibiana Aído a un «Mapa de Inervación y Excitación Sexual del Clítoris y Labios Menores» y que todavía colean. Estas feminazis están obsesionadas con lo sexual, y parecen tontas, porque desde los tiempos de las cavernas, las mujeres que aguardaban en las cuevas el retorno de los varones con la caza a sus espaldas cromañonas, se hacían sus manoseos sin precisar de 26.000 euros para llevarlos a cabo. Que en el siglo XXI de nuestra era, se destinen 26.000 euros –inmersos en un presupuesto de 846.000 euros–, en concepto de ayudas a las «Topografías Domésticas en el Imaginario Femenino», nos ayuda a pensar con tristeza y preocupación que el feminismo oficial reconoce oficialmente que muchas mujeres son tontas del traspuntín. Porque precisar de una subvención para explicarles cómo se solucionan las soledades físicas mediante meras y antiquísimas pajitas sólo contribuye a la constatación de una memez colectiva. En Altamira, en Roma, en Grecia, en Abisinia, en Egipto y en cualquier lugar del mundo, las mujeres –como los hombres–, han procedido al gustirrinín solitario sin depender de subvenciones guarritas. Y si aún, en el año 2019 de nuestra era, alguna feminista necesita una subvención para consolar sus soledades, ya sean eventuales, discrecionales o permanentes, con todo mi respeto y afecto, está obligada a aceptar que la adjetivación de su feminismo sea limítrofe o fronterizo con la memez antifonaria.

Sucede que las mujeres antañonas, como los hombres, cuando culminaban sus autogozos, desconocían que participaban en un plan de Topografía Doméstica en el Imaginario Femenino o Masculino – el segundo imaginario carece de subvención–, y menos aún que colaboraban en la conformación de un Mapa de Inervación y Excitación Sexual en Clítoris y Labios Menores, mapa que también les ha sido vetado a los infelices varones. Es probable que Bibiana Aído se dejara llevar e influir por las nuevas tendencias en su momento, pero esos menesteres solitarios están a la orden del día, y sin subvenciones, desde que el hombre es hombre y la mujer, mujer, sin depender de dineros o patrocinios externos. Sin pretender ofender a nadie, los presupuestos nacidos del esfuerzo de los contribuyentes deben tener un destino muy alejado de las cochinaditas personales, muy necesarias, pero llevaderas y voluntarias libremente sin dependencia de los apartados presupuestarios de un Gobierno sexualmente obsesionado.

En la terminología popular, y huyendo de cursilerías analfabetas y rimbombantes, la inervación y excitación sexual en clítoris y labios menores, así como la topografía doméstica del imaginario femenino, se ha ajustado a diferentes voces, casi siempre cercanas a la obscenidad. Pajas, peras, manolas, autogozos, solitarios y demás acepciones. La poesía satírica, burlona y festiva de España está rebosada de epigramas. Bretón de los Herreros: «Haciendo frutas de cera/ a su novia dijo Juan: -Ya que los moldes están/ puedes hacerme una pera». Y Samaniego e Iriarte, y Manuel del Palacio, y hasta Marcial, desde nuestro primer siglo. Bibiana Aído, con aquel derroche de obsesiones no hizo otra cosa que humillar a las mujeres, que llevan siglos –por diferentes incendios y circunstancias, como los hombres– calmando sus fuegos imprevistos con sus artes particulares. O Bibiana Aído tuvo un problema, o el feminismo oficial tiene un problema con las Bibiana Aído de hoy.

He puesto mi cogote a disposición de la barbarie feminazi.