Opinión
Insigne parlamentaria
Teresa Rodríguez, la señora de Kichi y portavoz de Podemos en el Parlamento de Andalucía, no es culta. Habla muy mal, y no por su acento cerrado sino por la cerrazón ideológica de sus palabras y descalificaciones. Está obsesionada con Santiago Abascal, y cuando se le nublan las ideas arremete contra los Reyes Católicos, que para ella, mucho lo intuyo, eran Balduíno y Fabiola. Con Abascal se ha portado con vileza. Quien es amiga de Otegui y los herederos de la ETA no puede referirse a un vasco resistente que ha vivido amenazado por los terroristas como el «pistolero de Bilbao», cuando los pistoleros han sido y lo siguen siendo los terroristas etarras camuflados en Bildu, partido por el que Teresa Rodríguez siente una especial predilección. Por otra parte, Santiago Abascal obtuvo el permiso de armas reglamentario por el riesgo que corría su integridad y su vida, y no es de Bilbao. Es alavés, de Llodio si no me equivoco, de donde vienen las raíces de los Urquijo y los Ussía, un servidor entre ellos.
Teresa Rodríguez, de la que mi endocrino y dietético, el doctor Díaz-Salvani Partigós, dice que ha ensanchado bastante en los últimos tiempos y le recomienda una mejor y más equilibrada elección alimenticia, está muy mal educada. No se puede insultar en la tribuna del Parlamento de Andalucía a 1.804.884 ciudadanos andaluces. Los que no han votado a las izquierdas corruptas del PSOE, a las izquierdas marisqueras del PCE, a las izquierdas asaltamercados del SAT y a las izquierdas estalinistas de Podemos. Insultar simultáneamente calificando de miserables a 1.804.884 andaluces, está muy feo, y le enfanga el respeto institucional que concede la libre elección democrática. Como escribió Phelan Grenville Wodehouse del diputado laborista Steven Grandrouse «cuando habla en la Cámara de los Comunes demuestra su semejanza intelectual con la inteligencia de las almejas».
Y la coña marinera del feminazismo, tan escueta y brillantemente cuestionada por Juan Carlos Quer, padre de Diana Quer, tan olvidada –¡Como tántas!–, por las profesionales de la cosa: –¿Dónde estaban las feministas cuando apareció el cadáver de mi hija?–. Fácil respuesta. Contando el dinero de las subvenciones que les regalamos obligatoriamente todos, o casi todos, los españoles, y que ahora temen perder.
Pero lo del «pistolero de Bilbao» es intolerable. Como tampoco es admisible calificar a los tres dirigentes no marxistas de los partidos del cambio político en Andalucía de «tres hombres con las corbatas muy grandes y los corazones muy pequeños». Argumento indumentario de necedad necesitada de alivio. Y tampoco resulta inteligente la demagogia empleada en defensa de los que carecen de techo cuando el jefe de Teresa Rodríguez y dirigente máximo, resuelto timonel de Podemos, ha adquirido por 600.000 euros – los primeros, que la cifra es más alta–, un chalé en una reserva natural con piscina y amplios jardines. «Yo no puedo permitirme ese lujo», le soltó el nuevo Presidente de la Junta, Juanma Moreno, hijo de andaluces emigrados a Cataluña para asegurar su futuro en épocas de extrema pobreza.
Fletar autobuses y animar a la violencia contra los parlamentarios elegidos por el pueblo no son acciones de recibo. Pero como en Andalucía, la tierra milagrosa, siempre suceden hechos divertidos y extravagantes, me permito destacar el protagonizado por el cazador Cañamero y sus acólitos del SAT. Acudieron al Parlamento a boicotear la investidura de Moreno, y cuando llegaron se había terminado la sesión. Rodearon un Parlamento vacío, con heroico frenesí y muy deficiente información horaria.
Teresa Rodríguez: En España, los pistoleros, los criminales, los asesinos, y los canallas han sido los terroristas de la ETA. Los que usted trata, saluda y charla con extremada afabilidad. Acepte la desinteresada recomendación de mi endocrino, sea feliz y lávese la boca.
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