Opinión
Pozos
Un pozo abierto en cualquier lugar del campo es un peligro. O se tapa, o se avisa, o se marca con un círculo de piedras o vallas. Me siento desgarrado y absolutamente desesperanzado en el trágico caso de Julen. No alcanzo a medir su sufrimiento y el de sus padres. Pero una sociedad que se deja legislar a golpes de majaderías, está obligada a exigir el cumplimiento de la normalidad y de la lógica. Un pozo abierto en el campo es una trampa mortal. Y hay miles de ellos en España.
Vengo de Sierra Morena. Desde La Carolina hasta Andújar, en los dos márgenes de la autovía, se han instalado unas carísimas vallas metálicas para impedir, desde los olivares, que los linces crucen la carretera. Los linces son bellísimos, pero soberbios. Se saben intocables. En las rotondas de las salidas de la autovía se han establecido colonias de conejos, el caviar de los linces. Y por uno que muere a causa de una salvajada, o un cepo, o un lazo mortal, nueve lo hacen atropellados en las carreteras. En Doñana saben mucho de ello, y ahora en Sierra Morena, o en la de Cazorla, o en la norte de Sevilla o la extremeña de San Pedro. Bienvenidas las vallas para proteger a los linces.
Pero simultáneamente se permite mantener abiertos los pozos asesinos, que no avisan, que no anuncian su ubicación ni advierten del peligro. Un pozo tiene que estar protegido, cerrado o abierto, por una valla metálica que proteja a quienes pasean por el campo o juegan en el campo, como el niño caído en la malagueña sierra de Totalán. Hoy, ocho mineros asturianos intentarán rescatarlos. Recuerdo el rescate milagroso de los mineros chilenos con el Presidente Sebastián Piñera recibiéndolos y abrazándolos uno a uno en el lugar del desprendimiento. El sistema que se va a emplear para intentar sacar con vida a Julen es similar. Se abrirá con una tuneladora un pozo paralelo y en una jaula manejada por una grúa en la superficie se intentará recuperar la vida o el cuerpo del niño accidentado. Como siempre, la responsabilidad máxima del rescate recae en la Guardia Civil y el CNP. En torno al pozo maldito se vive el silencio del pesimismo, sin caer en la constatación de la derrota. Porque no conseguir el objetivo sería una derrota, pero no un fracaso, por la dificultad extrema del rescate.
Hoy es el día clave. Ayer se presentó en la sierra el nuevo presidente de la Junta de Andalucía, Juan Manuel Moreno – fuera el diminutivo, que no es serio–, que acompañó en el puesto de mando a los padres de Julen. Me pregunto si al presidente del Gobierno, tan aficionado a los viajes aéreos, se le ha ocurrido presentarse en el lugar de los hechos para animar a los familiares del niño y a los que de día y noche, sin descanso, trabajan para sacarlo con vida de las profundidades. No es divertido lo que le propongo. Es dramático, triste, angustioso y devastador. No hay conciertos de «rock» en los alrededores. Hay lágrimas contenidas y llantos rotos. No hay algarabía, sino pesimismo compartido y riesgo de derrumbamientos. Durante veinte horas, hoy –por ayer–, los mineros asturianos bajarán por el túnel arriesgando sus vidas cavando sujetos de un cable el túnel paralelo de la salvación o la constatación de la tragedia. Se calcula que será hoy, el lunes 21 de enero, la fecha del encuentro con el niño enterrado. Hoy sí le aprobaríamos los españoles el uso del Falcon, de los helicópteros y el empleo del dinero público para presentarse en el lugar del drama. Escribo durante la mañana del domingo, y todavía no se ha anunciado su presencia en el Dolmen del Cerro de la Corona de la sierra de Totalán. A tiempo está de reaccionar, porque en España hay millones de personas pendientes de su decisión. Me encantaría que el presente texto sirviera para ello.
Mientras tanto, y con carácter de urgencia, los pozos abiertos –todos, uno a uno–, tienen que advertir de su peligro. En los campos públicos y privados. Y si no existe una ley vigente al respecto, para eso están los diputados y los senadores. Para aprobarla y que entre en vigor.
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