Opinión
¡Ve-ne-zue-la!
Maduro, el asesino, se cobró ayer más de una decena de vidas de venezolanos que han defendido la libertad y las urnas. En España, los psicópatas y tontos de siempre hablan de golpe de Estado contra un «régimen legítimo». Trump ha reconocido al presidente de la Asamblea Nacional Juan Guaidó, como presidente de Venezuela. Maduro ha ordenado su captura. O su muerte. Me uno a Trump. Yo también lo reconozco, aunque mi influencia es bastante más modesta que la del Presidente de los Estados Unidos. La mayor parte de las naciones americanas se apuntan a la libertad de Venezuela. Europa, siempre putita, está descorchando la botella de champán. Sánchez no se mueve, mientras los psicópatas se ofrecen al criminal. Digo yo, que si tanto han recibido de Venezuela, que si han prosperado económicamente gracias al criminal de Venezuela, lo menos que podían hacer es abandonar sus hogares y marchar a Caracas a proteger a Maduro, que después de asesinar a un centenar de venezolanos más, va a necesitar protección. A Maduro, a Diosdado Cabello, a los cabecillas de la tiranía venezolana habría que enviarles el vídeo completo del juicio –por llamarlo de alguna manera-, contra Nicolás y Elena Ceaucescu. Maduro, el gran ladrón, el multimillonario que ha matado de hambre a uno de los países más ricos del mundo, lo va a pasar muy mal, y lo pasaría peor si Europa, de una vez, tuviera los arrestos suficientes para situarse sin reservas del lado de la democracia y la libertad.
Contra millones de ciudadanos que desean recuperar la libertad, la paz y la normalidad democrática de su nación, no hay suficientes balas para callarlos. Y los venezolanos son valientes, como lo demuestran las miles de tumbas repartidas por sus cementerios. Tumbas adelantadas de jóvenes y niños que salieron un día a la calle para reclamar su libertad robada, su hacienda robada, su vida robada y su futuro robado. Las hijas de Chávez guardan en Suiza y Andorra sus fabulosas fortunas. Dinero de los venezolanos atracados por Chávez, Maduro, el narcomilitar Cabello, y sus cómplices cubanos, comisarios políticos armados al servicio de la narcodictadura. ¿Tendrá algo que ver Soros con todo aquello? La caída de Maduro, de Cilia, de Cabello y del régimen criminal puede tener consecuencias en España. Aquí tienen los asesinos toda suerte de beneficiados y asesores. Quizá algún día, algún juez de España o Venezuela, sin olvidar al Tribunal de La Haya, tenga a bien llamar a declarar a Pablo Iglesias, a Monedero, a Errejón, a Zapatero y a los títeres que han defendido uno de los sistemas más crueles con sus ciudadanos en el siglo XXI.
Salieron al balcón principal del inmenso palacio que se construyeron los comunistas Ceaucescu y Elena. Su hijo se miccionaba en los canapés de caviar y obligaba a los ministros de su papá a comérselos. Tenía más de 40 coches de lujo, como el hijo de Fidel Castro, mientras la mitad de los rumanos ahorraban durante seis meses para comprarse unos zapatos.Decenas de miles de personas rodearon el palacio, y Ceaucescu y Elena paralizaron, detuvieron sus manos de correspondencia de saludo cuando oyeron lo que les gritaban: ¡Drá-cu-la, Drá-cu-la!. Montaron en un helicóptero para huir. Ya volverían cuando los suyos terminaran con los contrarrevolucionarios. Sus militares le dieron escolta y el helicóptero se perdió sobre los bosques de hayas de Rumanía, los cazaderos de osos, los prados de los corzos. Y en un claro, aterrizaron. Sus salvadores los juzgaron y condenaron a muerte. Cinco minutos después de oír la sentencia, fueron ejecutados en el patio posterior de la cabaña. Un pueblo harto es capaz de todo. Los venezolanos no quieren venganza, pero sí justicia. Y llevarán a los asesinos ante los jueces. A Maduro le quedan pocos días para seguir asesinando a su pueblo, y quizá menos horas para escapar. Mucha sangre inocente va a manar de su alforja de crímenes. Venezuela a un paso de su victoria. ¡Ve-ne-zue-la!
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