Opinión

Le ofrezco mi zodiac

Hace años, y para navegar desde la ría de La Rabia hasta las playas de Oyambre y Gerra, adquirimos entre tres armadores navieros una Zodiac de tronío. Cinco metros de eslora, dos de manga y un motor de plena garantía. Un par de remos, por si acaso, y bengalas para lanzar al aire en caso de ataques de tiburones. Coincidió la botadura de la Zodiac –mis socios eran el conde de Labarces y el vizconde de La Pleta–, con la visita a Santander del maravilloso «Juan Sebastián de Elcano» al mando del Capitán de Navío don Jaime Rodríguez-Toubes, hoy Almirante de la Real Armada Española. Y tuvimos la ocurrencia de bautizar a nuestra Zodiac, en homenaje a nuestro Buque-Escuela, como «Jhonatán Elcano». Transportamos la embarcación por carretera a Santander y nos hicimos a la mar para recibirlo a la altura de la isla de Mouro. Centenares de barcos de pesca, canoas particulares, bateles y gasolinos se sumaron a la bienvenida, así como una decena de pedreñeras. Una de ellas, abarrotada, nos pasó a pocos metros por estribor, y las olillas que se forman con las hélices a punto estuvieron de provocar nuestro naufragio. Recibidos por el comandante del «Elcano», éste tuvo la cortesía de distinguirnos con sabias palabras. «Doy a bordo de nuestro buque-Escuela la bienvenida a nuestra casi tocaya Zodiac “Jhonatán Elcano” y a sus tres esforzados armadores y navegantes».

De vuelta a Comillas y la Ría de la Rabia, le encomendamos al astillero de Adolfo Herrera el cuidado de la joya. Y navegamos poco, hay que reconocerlo. Lo poco que navegó, al mando del conde de Labarces supuso una concatenación de accidentes y despropósitos que lo apartaron de la mar definitivamente. Y lleva ahí, más de quince años aguardando a ser reflotada.

Ayer, tuve la suerte de ver, gracias a una magistral grabación, al asesino tirano de Venezuela y su esposa, la ladrona Cilia, a bordo de una lancha abarrotada de generales del narcotráfico y almirantes pelotas, al mando de una operación naval de la Armada venezolana. Y creo llegado el momento de ofrecerle –siempre que le cambie el nombre–, la «Jhonatán Elcano», que no desmerece en absoluto de los modelos y calidades que participaron en la demostración naval de Maduro. «Estamos aquí para defender a nuestra patria», dijo el choto desde su chinchorro. Comparado con el bote a motor de Maduro, la «Jhonatán Elcano» es mucho más rápida y efectiva que todos los barcos de las Fuerzas Navales de Venezuela mostradas por Maduro. Aquello, más que un ejercicio de defensa naval, parecía una romería marítima con ofrecimiento floral a la Virgen del lugar y posterior degustación de un surtido de mariscos a los que no pueden acceder los venezolanos de a pie sin carné bolivariano.

Se la regalo con el libro de instrucciones. Como es, además de criminal, muy burro, me tomo la libertad de recomendarle que con anterioridad a su botadura, proceda a hincharla. Lleva más de quince años en los astilleros de Adolfo Herrera, desinflada y en seco. Con la embarcación le regalamos el inflador a golpe de pie, que se incluye en el lote. Las bengalas, deduzco por la experiencia, tienen que haber caducado. Y le añadimos, como donación extraordinaria, para instalarla a proa de la Zodiac, una escopeta de aire comprimido que dispara perdigones explosivos de gran utilidad para cazar pelícanos del Caribe, que son los más peligrosos cuando atacan lanzándose en picado sobre los asesinos. Que, ¡caray con los pelícanos!

Como no sabemos las señas, se la enviamos a través de Zapatero, su íntimo amigo y cómplice, y en el caso de no encontrarlo, por medio de cualquiera de los sinvergüenzas que se han enriquecido, mentido y adquirido casas de lujo en España gracias a los dineros surgidos de la sangre de los venezolanos demócratas. El domicilio de uno de ellos, al menos, es de público conocimiento.

Pero todo esto, a condición de que cambie el nombre de «Jhonatán Elcano» por el de su puta madre.