Opinión
Mil generales
Los generales bolivarianos se parecen más, cada día que transcurre, a los norcoreanos de Kim-Jong-Un, si bien no han aprendido todavía a llorar al unísono. Lo que sí hacen divinamente es acompañar al choto allá donde el choto vaya. El choto, la chota y mil generales detrás. No van a caber en el avión que los llevará al exilio cubano, el único posible. A Cilia le asusta el frío, y ha rechazado la posibilidad de cobijarse en Rusia. Grave error. En Rusia no se pasa frío, aunque los termómetros marquen 30 grados bajo cero. Rusia está preparada para soportar el frío. En mi larga experiencia puedo asegurar que donde más frío he pasado en mi vida fue en Jerez de la Frontera en un lejano invierno. Lo superé con mis preciosos muslos chamuscándose bajo una mesa-camilla calentada con un brasero. Pero en Moscú y San Petersburgo, el frío se combate con la calefacción y el dinero, y lo segundo lo tienen asegurado el choto y la chota, pero no los mil generales que van detrás de ellos a todas partes. Bueno, eran mil, y actualmente son menos de ochocientos, porque también a los generales bolivarianos les ha entrado el canguelo.
Cuba es el lugar, si bien el régimen criminal de los Castro y compañía no se muestra excesivamente ilusionado con la llegada de los chotos y su séquito. Cuba exporta comunismo y violencia, pero no gusta de importarla. Cabe la posibilidad de que los chotos pasen el resto de sus vidas en un paraíso fiscal insular con su inconmensurable cuenta corriente amparándolos. Pero no hay nada más aburrido que una isla del Caribe con playas blancas y palmeras. A los diez días, está uno de playas blancas y palmeras hasta el gorro, y el dinero no sirve para nada , porque no hay alicientes. Si Cilia fuera una sirena rubia y flexible, la playa blanca y las palmeras se podrían soportar, como máximo quince días. Pero toda una vida de destierro en playa blanca con palmeras junto a Cilia no lo aguanta el choto por mucho que la quiera. El choto necesita a sus mil generales –ya, setecientos cincuenta–, a su lado para protegerlo, pero me temo que los mil generales –setecientos diez, según noticias de última hora–, van a elegir la oferta de amnistía de Guaidó, aunque alguno, como el animal de Cabello tenga que conformarse con las palmeras. Además, que en Cuba no son de fiar. Mas o menos, los chotos estarían seguros durante un tiempo, pero los segundones siempre terminan muy malamente. Recuérdese lo que hizo Fidel con el Ché, informando a la CIA de la ubicación del psicópata asesino en Bolivia. Mucho mural, mucha gloria y mucha leche, pero el Ché fue abatido gracias a la colaboración de Fidel Castro, que no admitía sombras. Diosdado Cabello es sombra, y en Cuba las sombras del poder desaparecen por arte de magia, en las cárceles, los acantilados en las costas frecuentadas por amables tiburones y demás exquisiteces sin vuelta atrás. Diosdado lo tiene más crudo que los chotos.
¿Qué hacemos con los mil generales, que a la hora de redactar el presente párrafo son menos de quinientos siete? Como poco, hay que degradarlos. Una cosa es pasar por alto su intervención en la muerte de más de 160.000 venezolanos, y otra muy diferente mantenerlos en su rango y empleo. Además, que no hay nación en el mundo –ni Corea del Norte–, que acoja a unos exiliados con mil generales de séquito, aunque sean 428 los que restan leales a los chotos. Por ahora.
Y está la Justicia independiente. Un Estado de Derecho pisoteado por una tiranía personal se defiende, ya con la libertad recuperada, con las leyes. Y millones de venezolanos no consentirán que los generales que acompañan a los chotos –creo que son 305–, se vayan de rositas. Su Santidad el Papa está muy preocupado por el conflicto y el derramamiento de sangre. Aplicando a cada asesinado en los últimos años cinco litros de sangre por cada uno de ellos, nos sale de la cuenta un resultado espeluznante. Mientras Su Santidad, Zapatero, Sánchez, Garzón, y los estalinistas colaboradores de Podemos miraban hacia otro lado, Maduro y sus generales –217, aproximadamente–, han derramado más de tres millones ochocientos mil litros de sangre de inocentes. Creo, sinceramente, que ni Cuba, ni Rusia, ni la isla con playas blancas y palmeras. Que Maduro y sus mil generales – 98, de acuerdo con los últimos datos–, merecen ser juzgados en el Tribunal de la Haya, y con ellos los amigos españoles que se han enriquecido con el dinero que les han proporcionado los asesinos de los héroes de Venezuela. De ahí que los generales tienen que recuperar su número y sus responsabilidades, y vuelvan a ser mil. Los chotos, sus ministros, sus generales narcotraficantes y los asesinos cubanos a sueldo, a La Haya. Limpia y cuidada ciudad holandesa para pasar el resto de la vida en un exilio amurallado. La Justicia no es una venganza. Es el arma de los pacíficos contra los criminales. Laus Deo.
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