Opinión

Con boca de pito

La ilustre comisaria política de RTVE, Rosa María Mateo, que ha llevado a Televisión Española al más bajo lecho de la audiencia y a la más alta cota del desprestigio, ha dimitido en dos ocasiones de su cargo. Sucede que Carmen Calvo, la vicepresidenta del Gobierno, por llamarla de alguna manera, no ha aceptado su dimisión y la comisaria permanece en su puesto. En resumen, que no ha dimitido, porque una dimisión auténtica y sincera no depende de aceptaciones ni rechazos. Dimitir es abandonar voluntariamente cualquier cargo o responsabilidad, sea cual sea la reacción del receptor de la dimisión. Julio Anguita fue el inventor de la dimisión coactiva: -Dimito irrevocablemente de mi cargo de Coordinador General de Izquierda Unida a expensas de la reacción de la militancia. Si ésta fuera negativa, revocaría la dimisión irrevocable-. Y se quedó.

Otro egabrense, José Solís Ruiz, que contaba con toda la confianza del Generalísimo, se sintió ofendido al leer una «Pajarita de Papel» de Jaime Campmany en el diario «Arriba». Y le pidió a Franco la cabeza del gran escritor murciano. «En el caso de que Vuestra Excelencia apoye a Campmany, no me queda otra salida que mi dimisión como Secretario General del Movimiento». El General oyó con atención las heridas y decididas palabras de Solís, y mirando fijamente a los ojos del aspirante a la dimisión le aconsejó: -Soliz, Campmany no ha eztado dezacertado. Debemoz acetar laz críticaz cuando zon juztaz. Noz vemoz el domingo en la Final de Copa-. -¡Gracias por tan admirable consejo, Excelencia!-; -puez ezo, Solíz, a trabajar-.

Existe también el modelo de la dimisión coyuntural que se hace efectiva con meses de retraso. No se trata de una dimisión, sino de una expulsión. Muere Franco y Arias Navarro le presenta su dimisión al Rey con boca de pito. El Rey le encomienda la formación de un Gobierno, el primero de la Corona, con incorporaciones precisas. Villar Mir, Antonio Garrigues, José María de Areilza... El Rey teje, mientras tanto, el futuro con Torcuato Fernández- Miranda. Pasan ocho meses y Arias se encamina a La Zarzuela a despachar con el Rey, que asumió todos los poderes de Franco, poderes que posteriormente cedió a la soberanía nacional. En el coche, recibe una llamada del marqués de Mondéjar, Nicolás Cotoner, Jefe de la Casa de Su Majestad: -Presidente, el Rey te recibe en el Palacio Real en lugar de La Zarzuela-. Arias se enfurece. -¡Qué se habrá creído este niñato!-. Arias es llevado ante el Rey, y al estrechar su mano, oye unas palabras que le estremecen: -Presidente, he decidido aceptar tu dimisión del pasado noviembre-. Es decir, que le dio la patada cuando dominó el toque del balón y las dimensiones del terreno de juego. Expulsado.

La comisaria política de RTVE, Rosa María Mateo, tomó el poder con crueldad. Se cargó a estupendos profesionales independientes. Ha empezado a perder los recursos judiciales. Ha reconocido públicamente que en sus informativos se ha optado por ignorar las noticias que pudieran afectar al presidente invasor de La Moncloa. Rosa María Mateo es una presentadora de informativos, no una gestora de un monstruo de cien cabezas como RTVE. Y agobiada por su alto nivel de incompetencia, le ha presentado a Carmen Calvo la dimisión en dos ocasiones. Y ahí sigue. Si Rosa María Mateo supiera descifrar con más acierto el significado de las palabras, sabría que ante una dimisión sincera no hay oposición posible. El que dimite, lo hace, recoge los objetos personales de su despacho, renuncia al coche oficial, pide un taxi y se marcha a casa. Quizá no ha hecho efectiva la dimisión porque los taxistas están en huelga cumpliendo estrictamente el rumbo de sus ruinas a las órdenes de «Loco Peseto». Quizá sea tan lamentable motivo la causa de su permanencia. Que no había taxi que la recogiera en Prado del Rey. Todo es posible.

Si la comisaria política ha decidido abandonar su cargo a dedito, no hay dedito que le impida satisfacer sus deseos. Se trata de una cuestión individual que sólo compromete a su persona. Ocurre lo de siempre. Que en el fondo, a pesar de la catástrofe interna de RTVE, la comisaria se encuentra muy a gusto cumpliendo con su deber, que no es deber honroso sino todo lo contrario.

Haga la prueba. Despacho vacío, carta de despedida y cobijo en casa. Nadie podrá impedirlo. Lo que pasa es que no quiere perder el chollo. Y se entiende su empecinamiento en mantenerse en el poder, aunque dimita con boca de pito. La erótica del poder, aunque a la comisaria le haya llegado con retraso.