Opinión
Lezo y los burros
Los burros subvencionados, sectarios, ignorantes y zafios. Entre ellos, un tal y presumible guionista llamado Borja Cobeaga, de probable supervivencia profesional mantenida con nuestros impuestos, que con la delicia cultural que caracteriza a la mayoría de los profesionales de la mangoleta del cine español, ha reaccionado a la idea de producir una película sobre la figura de Blas de Lezo con este eximio argumento: «Si Vox quiere que hagamos una historia sobre un conquistador demediado, pues que la hagan ellos. No nos da la puta gana de hacerlo». Parece mentira que una mente tan débil y confusa sea capaz de culminar un guión. Un guión malo y subvencionado sí, pero no otra cosa.
Vox es un partido nuevo y emergente, y Blas de Lezo uno de los grandes héroes de nuestra Historia. Gracias a su genialidad militar, Cobeaga puede hablar en español desde Nuevo México, California y Florida hasta la Tierra del Fuego y la Antártida. En los Estados Unidos e Inglaterra, Blas de Lezo habría sido ya protagonista de una decena de superproducciones cinematográficas, tan costosas como ajenas a los impuestos de los ciudadanos, a los que son tan aficionados nuestros incultos gorrones. Atentos a la frase del tal Cobeaga, el John Ford español. Nadie pretende que Cobeaga «haga una historia sobre un conquistador demediado». La historia la hizo y la dejó escrita para siempre Blas de Lezo, no Cobeaga. Blas de Lezo no fue un conquistador, sino el militar y marino que derrotó a la poderosísima escuadra inglesa al mando del almirante Vernon en Cartagena de Indias. Con seis naves y 2.000 soldados mandó a paseo a más de doscientos navíos y 35.000 soldados ingleses. Y como esta gente es tan cursi, le dicen a Blas de Lezo «demediado», que es insultante y obsceno. «Demediado, es decir, partido, dividido en mitades». A Blas de Lezo se le apodó el «Medio Hombre», porque perdió un ojo, una pierna y un brazo en la primera línea de fuego, en mar y en tierra. De haberse enfrentado a Cobeaga, podría haberlo hecho y vencido sin el brazo, la pierna y el ojo que mantuvo intactos. Blas de Lezo, hijo de Pasajes, guipuzcoano, español y héroe, perdió una pierna en la batalla de Vélez Málaga contra la Armada de los Saboya. El brazo derecho en la guerra de Sucesión –Sucesión, no Secesión–, defendiendo a Felipe V en el asedio a Barcelona, contra los partidarios del Archiduque Carlos. Y perdió un ojo. En la batalla de Rochefort, capturó once navíos ingleses. Fue el más joven General de la Real Armada Española y Jefe de la Escuadra del Mar de Sur. En 1732 recuperó Orán. Y en 1737 fue nombrado Comandante General de Cartagena de Indias, la llamada «Llave de América». En Colombia, se venera su figura. En el Reino Unido, se respeta y admira su hazaña, a pesar de su victoria ante la escuadra de Vernon. En España, Cobeaga le ha prohibido su reconocimiento. Blas de Lezo triunfó en una de las batallas más duras de nuestra Historia gracias a su extraordinario valor e inteligencia militar. Ni fue un conquistador, ni era un demediado, como apunta el bobo que escribe guiones gracias al dinero de los contribuyentes. Blas de Lezo es uno entre los diez grandes héroes de nuestra Historia, a pesar de la culta opinión de Cobeaga, que vayan ustedes a saber quién coño es Cobeaga.
Pues con Cobeaga o sin Cobeaga, Blas de Lezo tendrá su gran película. Estará asesorada por auténticos historiadores y artistas. La producirá Enrique Cerezo, y el guionista será Álvaro Sáenz de Heredia. Con mucho retraso, pero más vale tarde que nunca. La empresa privada, que no el dinero público, apoyará la empresa. Cuatro capítulos de noventa minutos para resumir la gloriosa vida de un marino y militar vasco que ofreció todo por España.
«No nos da la puta gana de hacerlo», ha manifestado Cobeaga con el ritmo cultural que le caracteriza. No es necesario que hagan nada. Lo harán otros sin necesidad de herirnos los bolsillos a los contribuyentes. Pues nada, Cobeaga, que buenos días y a seguir viviendo del manguis. Gentucilla como usted es la que ha conseguido que el prestigio popular de los cineastas en los tiempos difíciles, se haya convertido en desprecio con la fácil generosidad de las subvenciones. Demediado.
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