Opinión

La negra

En el mundo literario, el negro es el escritor contratado para escribir un libro o un artículo a un contratante famoso que no sabe escribir. Era director de ABC Luis Calvo y Julia Maura envió un texto para ser publicado en la prestigiosa Tercera del centenario periódico de los Luca de Tena. A Luis Calvo le alertó el conocimiento del texto. Tenía una cultura y memoria fabulosas. Y buscó, rebuscó y encontró la trampa. El negro de Julia Maura era Martínez Remis. Le pidió un aumento de sueldo por escribir para ella, doña Julia se lo negó y Martínez Remis envió a ABC con la firma de la falsa autora un texto de Oscar Wilde. Luis Calvo dividió en dos columnas la Tercera con estos titulares. «Lo que escribe Oscar Wilde», y en la otra columna «Lo que escribe Julia Maura». Eran idénticos. Y doña Julia abandonó el ejercicio literario para siempre. Algo parecido, pero en novela, le sucedió años atrás a la periodista Ana Rosa Quintana. Le encargó la novela a un negro, y el negro plagió de otra publicada más de la mitad de sus páginas. «Ha sido un problema del ordenador», se disculpó Ana Rosa.

En la actualidad, lo de negro suena muy mal, pero no es cosa de llamar a los negros literarios subsaharianos. En una tertulia de Luis Del Olmo, fui calificado de racista por decir que me parecía un gran acierto el fichaje de un jugador negro del Real Madrid, Seedorf. La periodista que me llamó racista me aconsejó que utilizara en adelante la acepción «subsahariano». Le agradecí el consejo, pero rechacé su recomendación: -Monina, Seedorf no es subsahariano. Ha nacido y vivido siempre en Amsterdam-. Y asunto concluido.

El falso Doctor Sánchez, presidente del Gobierno de España traidor a España, gran viajero aéreo a nuestra costa, sostenido por separatistas y bilduetarras y demás delicias, ha publicado un libro. «Manual de Resistencia», creo que se titula. Se lo ha editado Planeta. Se comenta por los mentideros de Madrid – «Mentideros de Madrid/ decidme: ¿Quién mato al conde?/. Ni se dice ni se esconde,/ sin discurso, discurrid...–, que el libro de Sánchez se lo ha escrito una negra. Es decir, una mujer. En los mentideros se apunta que la negra puede ser una conocida periodista que hoy ocupa un cargo concedido a dedo por Sánchez de luminosa proyección internacional, cargo que su antecesor cumplió con brillantez y sin cobrar ni un euro. En el caso de la presumible negra de Sánchez, la remuneración que percibe es tan generosa como su elección para desempeñar su patriótica encomienda. Rosa Díez la conoce bien y fue diputada con ella y con Sánchez en pasadas legislaturas.

Los mentideros afinan, y susurran que el trabajo de redacción de este libro de Sánchez que no es de Sánchez – la traición a España sí, pero no la autoría del bodrio–, es consecuencia de la gratitud que siente la negra por el chollo que disfruta. Jamás destacó como columnista, y yo sentí aprecio por ella cuando aún no se había desbocado hacia la práctica del ejercicio político. Entre su importante obra literaria destacan dos esfuerzos de gran calidad. Un libro en el que narra las desventuras de una mujer militar que dejó de serlo, y la entrevista-biografía de uno de los más ilustres personajes de la vaciedad intelectual de la España de hoy. Máximo Pradera, también conocido en los mentideros de Madrid como Mínimo Parcela.

Sánchez no escribió su tesis doctoral y menos aún el libro que termina de ser publicado. En lo que respecta a España, sí la ha traicionado, lo cual demuestra que es capaz de hacer alguna cosa, aunque no merezca su ejecución ni el elogio ni la admiración. No hay faltas de ortografía en el texto original, hecho que descarta que la autora del libro, la negra, sea su vicepresidenta Carmen Calvo, que anda por ahí elogiando la figura del «relator» de Sánchez y Quim Torra. Relator era Matías Prats, y nadie lo ha superado. Pero en fin, que a pesar del daño que puedo hacer a mi empresa matriz, Planeta, no voy a comprar el libro. Se lo pediré dedicado a la negra, a la cual conozco bastante bien.

Y gratis, claro. No como hacía el poeta Manuel Ángel Marrodán, que publicaba un poemario cada día y se lo enviaba a sus amigos por Correos y contra reembolso. Lo escribió Juan Pérez Creus: «¡Carajo!, dijo el cartero./ ¡Tres libros de Marrodán/ y estamos a dos de enero!». Bueno, mejor pensado, renuncio al libro.