Opinión
¿Quién ha cobrado?
Las grandes empresas editoriales acostumbran a conceder un anticipo de los derechos de autor, cuando presumen el éxito de un libro. Ese anticipo se calcula de acuerdo con el número de ejemplares de la primera impresión. No tengo datos de la cantidad de libros que Planeta tiene pensado editar del «best-sellercito» de Sánchez escrito por Irene Lozano con el sugerente título de «Manual de Resistencia». Y carezco de información respecto a cuál de los dos autores, el que figura como tal y la que ha escrito el tostón, se le destinará el montante del anticipo, o si lo percibirán al cincuenta por ciento cada uno –al «fifty-fifty», como diría Garzón de vuelta de Nueva Zelanda–, o si será Irene Lozano la única receptora de los derechos del monumental ensayo. Todo depende del contrato, en el que intuyo que figura Sánchez como autor del libro, circunstancia que convierte ese contrato en un instrumento jurídico rebosado de humor.
Coincidí con Irene Lozano en alguna tertulia –todavía me aceptaban en las tertulias–, de la COPE. En aquellos tiempos trabajaba en ABC, y era certera en la palabra hablada y muy torpe en la escrita. Pero valiosa. No se sentía muy a gusto en el diario de Vocento, y saltó a Prisa, donde hizo pinitos en «El País» hasta que Rosa Díez decidió involucrarla en su proyecto, ya muy avanzado, de UPyD. Y con los magenta, fue diputada durante una legislatura, convirtiéndose en el martillo pilón que golpeaba sin piedad a los socialistas. «Ustedes los socialistas sólo usan las instituciones públicas para colocar a sus amigos». Certera intervención.
Su amiga, la mariscala retirada Zaida Cantera, que sufrió acoso de un comandante del Ejército que fue ascendido a teniente coronel por Carmen Chacón, le presentó a Sánchez, y éste –siempre con el permiso de Begoña–, perdió la cabeza con una y con la otra, como el propio sucesor de Churchill reconoció. En un pispás, Irene Lozano plantó a Rosa Díez, se hizo socialista, y con cierto recelo de un sector del PSOE, fue recibida en el partido que usaba las instituciones públicas para colocar a sus amigos. Ella misma lo ha comprobado recientemente.
Escribió un libro plagado de tópicos anticastrenses, de obviedades adversas al patriotismo y la decencia de los militares, y tanto ella como su amiga Zaida se convirtieron en las Pili y Mili de Sánchez, dúo que apenas influyó en la política española. Y cuando Sánchez ocupó con el apoyo de los separatistas vascos y catalanes, los antiespañoles de Podemos y los herederos de la ETA la presidencia del Gobierno, le encargó la redacción de un libro que ya es histórico. El «Manual de Resistencia» de Pedro Sánchez en el que se resiste tanto, que incluso se resistió a escribirlo. Culminado el engorroso proceso de redacción, se lo entregó a su amigo y protector, coincidiendo la entrega del original con el decreto por el cual cesaba en su cargo de Comisionado para la Marca España Carlos Espinosa de los Monteros, cargo desempeñado con brillantez y sin percibir ni un solo euro por su trabajo. Se cambió la denominación del cargo, e Irene Lozano fue nombrada por el dedito del inconmensurable y catastrófico líder, Secretaria de Estado de la España Global, con una remuneración generosísima. Ella le escribe el libro a él, y él le concede a ella la Secretaría de Estado de la España Global. Jamás una política se aventuró con más precisión y brillantez a desmarañar el futuro que la diputada de UPyD Irene Lozano: «Ustedes los socialistas usan las instituciones públicas para colocar a sus amigos».
El libro va a ser un fracaso rotundo. Un libro que firma uno y lo escribe otra, siendo uno Sánchez y la otra Irene Lozano, no creo que forme grandes colas en las librerías ni origine agobios en Amazon. Pero como escritor que escribe sus libros, como Alfonso Guerra, reivindico que se haga justicia con la Secretaria de Estado. Es ella, y sólo ella, la tenedora de sus derechos de autor, y ella y sólo ella la que debe presidir la mesa el día de su presentación, que será multitudinaria aunque escasamente productiva, en el caso de que se organice una presentación del bodrio, que no está decidido todavía por el cachondeo que se puede montar en el cultural evento.
Pero no me parecería justo ni equitativo que el presidente volador –en el aire resiste muy bien–, perciba un mísero euro por los derechos de un libro que no ha escrito. De existir ese euro compensatorio a un formidable trabajo humorístico, habría de aterrizar –viene a cuento–, en el bolsillo de la autora, aquella vidente que denunció un buen día en el Congreso de los Diputados que los socialistas usan las instituciones públicas para colocar a sus amigos.
En el caso que nos ocupa y nos divierte, la amiga colocada ha sido ella.
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