Opinión

Encuentro en el Landa

Tiempos aquellos. Tarradellas de vuelta. «Ja soc aquí». Manuel Fraga se pone en contacto con dos grandes señores del periodismo barcelonés. Carlos Sentís y Horacio Sáenz Guerrero. Les revela su interés por conocer y reunirse con el Muy Honorable Tarradellas –que lo era, no como los de Pujol hasta Torra, todos incluidos-. Y se elige para el encuentro un lugar equidistante, que de equidistante nada. El Landa de Burgos. Tarradellas se traga 500 kilómetros por los 234 de Fraga, que se desplaza desde Madrid. El extraordinario Landa, con sus jóvenes empleados hoy conocidos por los dinosaurios. Insuperables Vicente,Tina, José Luis, Julito, Alberto, Agapito, Angelines, Isaac... Algunos de ellos todavía al pie del cañón manteniendo el señorío de su inmejorable servicio. Tarradellas queda impresionado, y le comenta a Sentís que ha merecido la pena el largo trayecto para alcanzar un lugar tan agradable. Salón preparado. Huevos fritos con morcilla de Burgos, una de las inmortales especialidades de la casa.

Fraga y Tarradellas se saludan. El presidente de la Generalidad es más expresivo, y su volumen humano impresiona. -¿Qué le gusta más de Francia, don Manuel?-, pregunta Tarradellas. Y Fraga se lanza con su verborrea convincente y sincopada hasta concluir que su admiración por Francia se resume en el cartesianismo galo. Tarradellas, que no tiene complejos, con su coña marinera, le confiesa a Fraga que lo más admirable de Francia y de su Historia, son los quesos y la guillotina. Fraga repite los huevos con morcilla y Tarradellas se limita a saborear un vino de la inmediata Rioja. –Cuando yo me fui de España había muy buenos vinos de unas pocas bodegas, y ahora hay vinos maravillosos y muchas bodegas con prestigio. Prueba irrefutable de buen desarrollo.

Tranquilizado por el detalle de la guillotina y los quesos, hablan de sus vidas y de sus futuros. Tarradellas es de «Esquerra Republicana», y le adelanta a Fraga que su único y más persistente enemigo en Cataluña es Jordi Pujol. «Ha hecho lo imposible para que no vuelva del exilio». Hablan de la nueva etapa y del papel de La Corona. Se muestra más monárquico El republicano Tarradellas que el exministro y embajador de Franco. «Cataluña es diferente, como Andalucía o el País Vasco, pero la diferencia encaja perfectamente en el conjunto español». Lo ha dicho Tarradellas. El mismo que meses más tarde, recibió a Don Juan De Borbón de rodillas en el centro de su despacho, con Carlos Sentís presente. «Saludo con honor a mi señor natural el Conde de Barcelona». Como hoy.

Aquella Cataluña que Tarradellas ayudó a pensar, era dinámica, positiva y tolerante. Barcelona, una ciudad asombrosa y culta que no se miraba al ombligo. Y Tarradellas fue un breve pero ejemplar presidente de la Generalidad, leal a su pasado, a su presente y hacedor de futuros. Leal a Cataluña, al resto de España y al Rey, que le concedió un marquesado que Tarradellas, el viejo republicano, aceptó con honra. Cuando pienso en Mas, Puigdemont y Torra, esos payasos, y los comparo con el señorío de Tarradellas me entristezco constatando que el camino hacia lo peor ha sido catastrófico. Lo que era armonía es odio. Lo que era cultura, es paletería; lo que era perdón es resentimiento; lo que era horizonte, es ombligo; lo que era Europa es campanario de aldea; lo que era abrazo es agresión e insulto, y lo que era romántico nacionalismo es golpe de Estado y rebelión. Tarradellas, que vivió los peores tiempos no estaba dispuesto a colaborar en su repetición. La dignidad mantenida durante más de 35 años de destierro nada tiene que ver con la fuga cobarde y la vida disipada y lujosa del más atrabiliario y zumbado de sus sucesores en un exilio inventado.

Aquel primer contacto de un ministro de Franco y un presidente de la Generalidad recién llegado a una España ilusionada, tuvo lugar en el Landa de Burgos, con su pérgola en la plazuela como añoraba confundido el gran poeta segoviano-barcelonés Jaime Gil de Biedma. «Yo nací, perdonadme/ en la edad de la pérgola y el tenis».

Bueno es mirar hacia atrás de cuando en cuando. Tiempos aquellos.