Opinión
80 años
Ochenta años de la muerte en Colliure de Antonio Machado. De Sevilla al sur de Francia, aunque el doctor en dudas Pedro Sánchez situó la cuna del primer llanto de don Antonio en Soria. Se lo dijo su asesor. «Machado nació en Soria», y Sánchez, que no ha leído a Machado y nada sabe de Machado, tragó el anzuelo. El malvado y genial Borges, en una tertulia madrileña organizada por el gran poeta gaditano Fernando Quiñones, a la pregunta «¿Qué opina, maestro, de Antonio Machado?» respondió: «No sabía que Manuel Machado tuviera un hermano». La típica «boutade» del pasmo argentino que leyó – según él–, por primera vez El Quijote en francés. Hermanos de sangre y del alma. Don Antonio, derrotado; don Manuel, victorioso. Más prolífico don Antonio y más virtuoso don Manuel. –El mejor poeta de España es mi hermano Manuel–, dijo don Antonio. –No hay en España un poeta que pueda compararse a mi hermano Antonio–, sentenció don Manuel. En los dos, los limoneros, naranjos, buganvillas y jacarandas de Sevilla. En los dos, los álamos disparados hacia el cielo de Castilla en las orillas sorianas del Duero. Más castellano de ritmos don Antonio, y más andaluz don Manuel. La maldita guerra los separó. Un Machado con los nacionales y otro Machado con los republicanos y rojos del Frente Popular. Don Antonio y Guiomar, don Manuel y su síntesis de Andalucía, el poema luminoso. Campos de Castilla, el maravilloso retrato de don Guido de don Antonio. Los Cantares de don Manuel, que dibuja la figura de Felipe IV: «Nadie más cortesano ni pulido/ que nuestro Rey Felipe, que Dios guarde,/ siempre de negro hasta los pies vestido./Es pálida su tez como la tarde,/cansado el oro de su pelo undoso/ y de sus ojos, el azul, cobarde». Para González-Ruano en su portentosa «Antología de Poetas Españoles Contemporáneos», fue Manuel Machado desde el «colmao» andaluz, la referencia primera de Lorca desde las terrazas, de Alberti desde la mar y Villalón desde el campo. Don Antonio y sus soledades, los campos de Soria, la sencilla perfección del donaire en su lechuza de los olivares de Baeza. «Sobre el olivar/ se vio a la lechuza,/ volar y volar./ Campo, campo, campo./ Entre los olivos/ los cortijos blancos./ Y la encina negra,/ a medio camino/ de Úbeda a Baeza./ Por un ventanal,/ entró la lechuza/ en la Catedral./ San Cristobalón/ la quiso espantar/ al ver que bebía/ del velón de aceite/ de Santa María./ La Virgen habló:/ “Déjala que beba/ San Cristobalón”./ Sobre el olivar/ se vio a la lechuza/ volar y volar».
Don Antonio también escribió canciones de guerra . Lo mismo don Manuel. Pero ya eran otros. La poesía de la Guerra Civil nace de los versos enfrentados. También se produjo una guerra civil, fratricida, entre los hermanos Machado, aunque jamás se dejaran separar por el odio. Poemas a Líster, poemas a Franco. Por unos años, se borraron los limoneros, los álamos, los olivos, las buganvillas y los jacarandas del viejo jardín de Dueñas. Enfermo, devastado de decepciones, don Antonio atraviesa la frontera con Francia y se instala en Colliure. Su parte de España ha sido derrotada, y su alma intuye que merecidamente. El 22 de febrero de 1939, se desentiende de la guerra y entrega sus últimos días a la perspectiva de la amargura. Un paisaje brutal, oscuro, abundado de grises. No vive el final de la guerra. Su resistencia se deja derrotar 39 días antes. En Colliure mira sin mirar, sueña sin soñar y se lamenta sin odiar. Piensa en su hermano Manuel que ha vencido, y probablemente se alegra.
Esa, su tumba, es la que hay que abrir. No descansa don Antonio en su tierra. Le esperan los reflejos del Guadalquivir o los fríos del Duero. Se ha olvidado de lo obvio, Sánchez. Los restos humanos que hay que remover, guardar y depositar bajo la piel de España son los de don Antonio. Merece vencer y descansar junto a su hermano. Su enterramiento, en Colliure, se ha convertido en el mayor reclamo turístico de la pequeña localidad francesa. Las palabras del prior de los benedictinos no tienen vuelta de hoja, pobre Sánchez: «No se llevarán a Franco. El templo es inviolable».
Dejen de hacer el ridículo, y ya de mover tumbas, traigan a España los restos de don Antonio Machado, que llevan más de ochenta años callados y esperando ser devueltos a sus raíces.
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