Opinión
Los enemigos
Considero una mala noticia la declaración de Ciudadanos. Después del Tinell, la entronización de la xenofobia catalanista y el cordón sanitario desplegado contra el PP solo faltaba ahora el equivalente de Ciudadanos frente a su rival socialdemócrata. Entiendo los problemas asociados a Sánchez. Un hombre muy pequeño. De una ambición inversamente proporcional a sus escrúpulos. Entretenido en demoler la dignidad del PSOE e insultar a la mitad del censo. Resulta urgente su derrota electoral. Que pase a la reserva de una eléctrica. Que dedique sus días a escribir manuales de autoayuda y resistencia. Dicho lo cual también conviene asumir que a izquierda y derecha de los constitucionalistas se abre ancho y sombrío el desierto de los antisistema. La mala baba de los románticos. La venenosa retórica de la sentimentalidad hecha política. Los carpetovetónicos planes de quienes anteponen el siglo XIX al XXI y/o las utopías gregarias a las libertades. Sí, «el PSOE de hoy es Sánchez y Sánchez es el PSOE», «no sabemos si se desligarán en el futuro» y desde luego que la mejor garantía para que eso suceda pasa por jubilar al siniestro personaje. Pero parece más eficaz y sobre todo más decente recuperar el programa, programa, programa del viejo Anguita antes que zambullirnos en altisonantes declaraciones de odio eterno. Se trata de negarse a pactar con quienes atentan contra los derechos de los niños cuando invocan los derechos de las lenguas, no de mecerse en los vientos histéricos de unos eslóganes escritos por el gran Manuel Alejandro para que venga Bambino y los cante. Hay que garantizar la igualdad de los españoles y desactivar las políticas de incentivos tóxicos. Abandonar un escenario donde las fuerzas nacionalistas vivían de canjear sus amenazas por el botín diario y donde los púgiles bipartidistas, incapaces de pensar con luces largas, negociaban claudicaciones y prebendas. España requiere pactos de Estado. Política con vuelo, diginidad y altura. Nada de eso será posible mientras las fuerzas alineadas con la Constitución se niegan la condición de interlocutores válidos. Si siguen en el barro habrá que resignarse al triunfo del universo taifa, allí donde muere el empeño por evitar que los derechos de todos sean sacrificados en el altar de la limpieza de sangre. El cordón sanitario, si no es demasiado pedir, si no es demasiado tarde, que lo reserven para los enemigos de la democracia.
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