Opinión

Borricos

Al paso campurriano de Reinosa, con sus inmensos prados que se detienen en el gran hayedo que sube hacia la cumbre del Pozazal, se veían antaño centenares de vacunos compartiendo sus pastos. En la actualidad, los dueños de las praderías son los caballos, en alto porcentaje de ellos, asturcones, duros y resistentes. Y en un pequeño alcor bien vallado, descubrí a una pareja de asnos, igualmente burros, o jumentos o borricos. Y por esas cosas de las figuraciones que surgen sin aviso, me imaginé que se trataba de Sánchez e Irene Lozano comentando párrafos y detalles de su libro «Manual de Resistencia», firmado por Sánchez y escrito por la señora Lozano, de la que se espera, como Secretaria de Estado de la España Global, un periquete más de cultura.

El libro de la Lozano firmado por Sánchez, que es el colmo del egocentrismo, la cursilería y la imprudencia, regala en algunos de sus tramos gloriosas referencias a nuestros clásicos. Y Sánchez establece comparaciones entre él y San Juan de la Cruz, atribuyéndole al insuperable Juan de Yepes lo que dijo otro poeta místico castellano, Fray Luis de León. El problema no es la incultura literaria e histórica del firmante, sino la burricie de la escritora. Mas o menos –no tengo el libro delante porque ya lo tengo detrás, como le escribió don Pedro Muñoz-Seca a Enrique de Mesa respondiéndole a una carta insultante–, Sánchez-Lozano escriben: «Y recordé a San Juan de la Cruz en Salamanca con su célebre “Decíamos ayer”»... Todos pueden tener una oquedad cultural, un error empujado por una confusión pasajera, pero un «negro» que se precie está obligado a corregir las asnadas del relator. Porque el recordado «Decíamos ayer» fue pronunciado en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca «quod natura non dat, Salamántica non praestat» por Fray Luis de León, el perseguido por la Inquisición, nacido en 1527 y fallecido en 1591, el de «escondida senda», y no San Juan de la Cruz, el más alto místico de nuestra Poesía, también perseguido y encarcelado, el que voló tan alto, tan alto, que le dio a la caza alcance. Esa caza alcanzada que no era otra cosa que la cercanía de Dios. Que Sánchez ignore estas cosas es completamente lógico, porque no son asuntos a tratar en saunas y peluquerías. Me referí días atrás a su impactante resolución –probable decreto-ley–, de trasladar el nacimiento de Antonio Machado de Sevilla a Soria. Pero una juntaletras profesional como Irene Lozano está obligada a distinguir entre San Juan de la Cruz y Fray Luis de León. Me lo exigía mi viejo maestro don Santiago Amón: «Lea todos los años el “Canto Espiritual”. Y si quiere, todos los meses. Siempre encontrará una maravillosa ráfaga imprevista».

Pero también se advierte una cierta dejadez asnal en los correctores de la firma editora. En una editorial pujante siempre hay alguien que caza los gazapos y los corrige. No obstante, ese alguien que no estaba en la editorial cuando se recibió el original de la cursilería, tiene menos responsabilidad que quien toma notas al dictado y le «da forma literaria» a lo que el ignorante le dicta. En mi opinión, libre y respetuosa, los que se han unido para sacar a la luz tan prepotente y absurdo libro, son dos borricos. Como los que vi en la braña o alcor al borde de la carretera de Reinosa.

Hay personas a las que no les cabe tanta ignorancia en la cabeza, y están contentos de ser como son. El «sólo sé que no sé nada» no les emociona. Por mucho que manipulen las encuestas, me temo –muy dichoso temor–, que tanto el autor falso como la escritora agradecida no van a renovar en las próximas elecciones sus agradables puestos de trabajo. Será el momento de leer un poco, no mucho para evitar que enfermen, y descubrir la luz de nuestra inteligencia, nuestra armonía, nuestra mística y nuestra Poesía cumbrera. Me lo agradecerán.

De no hacerlo, jamás se podrán despegar de sus sienes las grandes orejas de borrico que se han adosado ellos mismos en el lugar preciso y correspondiente.