Opinión
Tumbas
A Sánchez le ha dado por las tumbas. Franco, Azaña y Antonio Machado. La primera para vaciarla y las otras para conseguir votos de los indocumentados. A mano ha tenido durante sus ocho meses de desgobierno las seis mil tumbas de Paracuellos del Jarama, pero esas no le interesan. Son consecuencia de un genocida comunista, Santiago Carrillo, y de un socialista criminal y ladrón que se llamó Francisco Largo Caballero. No obstante, visitar y homenajear en Montauban y Colliure las tumbas de Manuel Azaña y de Antonio Machado, fuera de la obscenidad oportunista del momento elegido para ello, es justo y conveniente. Don Manuel Azaña, pésimo político, buen escritor, cobarde ante la masa y patriota sincero. «Antes que permitir a estos aldeanos separatistas que consigan sus objetivos, me alío con Franco»; «Os permito, tolero y admito que no os importe la República, pero no que no os importe España. El sentido de la Patria no es un mito». «Franco no se rebeló contra la República, sino contra la chusma que se había apoderado de ella». Igualito a Sánchez, que ha gobernado gracias al apoyo de los grandes enemigos de Azaña. Pero están bien las flores y el tardío homenaje.
En Colliure, Antonio Machado. Muerte natural a los 40 días de iniciar su exilio. Escribió días atrás un memo que Antonio murió del disgusto al conocer el soneto que su hermano Manuel escribió en loor a Franco. Un mal soneto, como todos los hagiográficos. Machado llegó a Francia con la salud quebrantada, y falleció recordando «estos días azules y este sol de la infancia». Manuel escribió un mal soneto a Franco y Antonio otro peor a Enrique Líster, personaje siniestro. Versos también hagiográficos, cursis y violentos. En ocasiones los grandes poetas se meten en jardines encharcados. «Tu carta –oh noble corazón en vela,/ español indomable, puño fuerte-,/ tu carta, heroico Líster, me consuela/ de ésta, que pesa en mí, carne de muerte./ Fragores en tu carta me han llegado/ de lucha santa sobre el campo ibero;/ también mi corazón ha despertado/ entre olores de pólvora y romero./ Donde anuncia marina caracola/ que llega al Ebro y en la peña fría/ donde brota esa rúbrica española,/ de monte a mar, ésta palabra mía:/ “Si mi pluma valiera tu pistola/ de capitán, contento moriría”». Sencillamente lamentable, en su continente y en su contenido. Manuel Machado se recreó en la sonrisa de Franco en sus endecasílabos que tituló «La Sonrisa de Franco Resplandece»: «Caudillo de la nueva Reconquista/ Señor de España que en su fe renace,/ sabe vencer y sonreír, y hace/ campo de paz la tierra que conquista./ Sabe vencer y sonreír, su ingenio/militar campa en la guerrera gloria/ seguro y firme. Y para hacer Historia/ Dios quiso darle mucho más. El genio./ Inspira fe y amor. Doquiera llega/ el prestigio triunfal que lo acompaña/ mientras la Patria ante su impulso crece,/ para un mañana que el ayer no niega,/ para una España más y más España,/ ¡la sonrisa de Franco resplandece!». Sencillamente lamentable, como el de Antonio. Pero no tanto como para matar del disgusto a un hermano.
Respetados sean los dos hermanos por los muchos poemas extraordinarios que escribieron. Respetada sea la memoria de aquel patriota y nefasto político llamado Manuel Azaña, que no se atrevió a enfrentarse a la violencia extrema de los pirómanos de iglesias, conventos y obras de arte sacras. No obstante, y a pesar de sus graves errores, siempre se equivocó por España y no contra España como su tardío visitante en Montauban. Y respetadas sean las tumbas de todos los españoles que murieron en el exilio, los que fueron asesinados por el Frente Popular y los que fueron ejecutados en los primeros años del régimen de Franco. Las guerras civiles son terribles y destructoras de cuerpos y de almas. Pero detenga Sánchez su proximidad electoral con las tumbas. El más vale tarde que nunca, aquí sobra. Como tumbas hay en España que nadie visita porque no conceden votos.
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