Opinión

Miércoles de ceniza 2019

Hoy es miércoles de Ceniza. Se abre para los cristianos el tiempo de Cuaresma, que no puede pasar inadvertido o sumido en el silencio. A quienes se les imponga la ceniza escucharán unas palabras que resumen el sentido de estos cuarenta días: «Conviértete y cree en el Evangelio». De eso se trata: de convertirse, poner los ojos en Jesucristo, rostro de Dios, y seguir su mismo camino que nos conduce a la salvación, el camino de la verdad y de la misericordia, la senda del amor a Dios y al prójimo. Este tiempo nos invita a que aprendamos a ver el mundo con la misma mirada de Jesucristo, misma mirada de Dios: mirada compasiva, mirada de amor. Vio a la muchedumbre que tenía hambre, y sintió lástima; vio al grupo grande que le seguía y lo miró con compasión porque andaban como rebaño sin pastor; con cariño miró al joven rico; al ciego de hito en hito que grita a su paso; «Hijo de David ten compasión de mí!, y le pregunta: “¿qué quieres que haga por ti?”. -''Que vea, Señor”», le responde. Mirada siempre compasiva, llena de misericordia, para con la pecadora, para con Pedro que le había negado tres veces; mirada de dolor y lágrimas contemplando la Jerusalén que le rechaza y le va a condenar a muerte; mirada de solidaridad en el sufrimiento con la madre viuda de Naím que acaba de perder su joven hijo. Cómo mira lo hondo del corazón del Buen ladrón en la Cruz, mira con la mirada de la verdad. Siempre es la compasión, siempre la ternura, siempre el perdón. Y con qué alegría y gozo también mira al campo, las flores, los pájaros, la mirada limpia y verdadera de Dios que se goza en su propia creación. La mirada conmovida de Cristo se detiene hoy sobre los hombres y los pueblos. Jesús, ante las insidias que se oponen a este proyecto, se compadece de las multitudes, las defiende de los lobos aún a costa de su vida. Con su mirada, Jesús abraza a las multitudes y a cada uno, y los entrega al Padre, ofreciéndose a sí mismo en sacrificio de expiación. Qué bello y esperanzador, qué cambio en el corazón del hombre y del mundo se opera cuando se mira de este modo. Tener los ojos de Jesús es ver las cosas con la mirada de Dios, de verdad y de amor, que cambia la faz de la tierra. Esta es la gran cuestión: dejar que entre la vida, vivir con sus mismos sentimientos, identificarse con Él. Esto es convertirse, mirar con los ojos de Jesús, mirar, pensar, querer, actuar de Dios mismo.

Por gracia de Cristo, accede el hombre a la libertad de la verdad, rotas las cadenas que esclavizan del pecado, del odio, la mentira, la injusticia o la violencia. Ninguna cultura puede culpablemente ignorarlo sin deshumanizarse; ninguna época puede considerarlo superado, aunque la mayoría así lo estime; ningún hombre puede conscientemente separarse sin perderse como hombre. Cristo no es un lujo, no es una opción facultativa, una idea ornamental: su presencia o su ausencia, nuestra acogida o nuestro rechazo, tocan lo profundo de nuestro ser y determinan nuestra suerte. Reclama espacio en nuestros pensamientos, en nuestras decisiones, nuestra inteligencia no vive sin esta memoria, la humanidad no se realiza plenamente si no busca crecer en esta vinculación, esto es en su comunión. El Señor no puede ser enviado fuera de ningún ángulo de la existencia. Es el Señor, que se propone a la libre adhesión de todos. El corazón que se ha abierto a Él, se ha abierto a cada uno de los hombres, singularmente de los pobres, los despreciados, los maltratados por la vida, y no se cierra ni en sus propias certezas. Este es el Evangelio, la gran noticia que el mundo necesita y ofrecemos para mirar con la misma mirada del amor, de la compasión, de la verdad, de la misericordia, del perdón, de la ternura y de la esperanza. Convertirse, acoger este Evangelio, acoger a Jesucristo, es el mensaje y la llamada de la Cuaresma, que escuchamos al imponérsenos la ceniza, memoria y recordatorio de lo débiles que somos: «Conviértete y cree en el Evangelio». Que nadie tema de Cristo, es quien nos hará capaces de vencer con su amor tanto odio, tanta violencia, tanta falta de entendimiento entre los hombres.