Opinión
El racismo español
Mame Mbaye era un muchacho amable que había llegado en patera a España hace una década. Como tantos senegaleses, permaneció en la ilegalidad, sin trabajo, sin esperanzas, haciendo de vez en cuando de mantero en Madrid. Hace un año, un 15 de marzo, se desplomó en Lavapiés víctima de un infarto. Una patrulla de municipales lo atendió, llamó al Samur y dio la voz de alarma. Alguien comenzó a difundir que el fallo cardíaco le había sobrevenido mientras era perseguido por los policías. Varios concejales de Podemos repicaron en las redes sociales la noticia y se generó una peligrosa revuelta en Lavapiés.
Un año después, el «sindicato de manteros» ha puesto una placa en el barrio que reza: «En esta calle murió Mame Mbaye, víctima del racismo institucional del Estado español». Estoy pensando en los guardias y los sanitarios que atendieron a Mame Mabye y me ruborizo en soledad. Qué vergüenza. El muchacho tuvo una vida desgraciada, pero no precisamente por España ni por los españoles.
En cualquier lugar de Europa habría venido una patrulla, descolgado el cartelito y santas pascuas. Aquí hubo el jueves una votación en la Asamblea Municipal y –atención– Ahora Podemos y PSOE se negaron a quitarlo, así que allí permanecerá. Aventará una mentira y empeorará nuestra imagen. Habrá concejales que se sientan buenos por este supuesto «gesto». Pero no es sino una necedad que nos criminaliza a todos injustamente y deja claro
–también ante los inmigrantes– que no sabemos ni lo que queremos. Qué imbéciles somos a veces.
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