Opinión

Incienso y mítines

Ya nos hemos comido un día de campaña. Aunque parezcamos condenados al mitin eterno. No ha habido tregua desde hace cuatro años, cuando reventó nuestro mapa político de décadas. Y esta fatigosa carrera hacia el 28-A, tan inusual por la convulsión del país, donde nos vamos a topar por las calles con gente de procesión tras el Cristo o la Virgen, con la izquierda y el centroderecha fraccionados, arranca con algunas de las «anormalidades» que se denuncian desde hace años sin que se corrijan. Por desidia... o por interés. Habrá debate –seguramente «decisivo», con tanto indeciso–, si bien solamente uno «a cinco» en Atresmedia, al que Pedro Sánchez acude arrastrado por sus asesores para mostrarse como el último «superhéroe» que puede vencer a «la derecha más cruel». Él, que tanto los exigía... eso sí, desde la oposición. Ahora, claro, vive al abrigo de La Moncloa. La moderna democracia española merece que se legislen los debates sin que estén al albur de los intereses del mandamás de turno. Los electores lo exigen. Otra «antigualla» incalificable: no habrá sondeos los últimos cinco días de campaña, por estar prohibidos. Nos veremos obligados a acudir a los datos que publiquen medios extranjeros. Ya saben, el «precio» al que coticen en la «huerta de Andorra» los fresones (PSOE), el agua (PP), las naranjas (Cs), las berenjenas (Podemos) y, en esta ocasión, la sorpresiva intrusión de los brotes verdes (Vox)... Igualmente, la campaña que iremos «resistiendo» se cortará en viernes para dejar paso a una curiosísima «jornada de reflexión» antes de votar. Una reliquia más en una estable «democracia digital» de ciudadanos del siglo XXI, con redes sociales e información en tiempo real. En fin, vienen días en los que comprobar a qué huele la mezcla de torrijas, incienso y eslóganes partidistas. Insuperable.