Opinión

Acordarse de Santa Bárbara

A pocas horas de los dos debates que pueden dar un vuelco a la campaña electoral, las tendencias están consolidadas. Así lo indican las encuestas. Al menos en lo que respecta a los dos grandes partidos son muy coincidentes: el PSOE remonta, lejos aún de sus números anteriores a la irrupción de Podemos, y el PP sigue perdiendo votos y se dejará unos puñados de escaños con respecto a las elecciones de 2016.

Y, claro, con el viejo recurso de ponerse la venda antes de la herida, muchos dirigentes populares claman contra un sistema electoral que claramente les va a pasar factura el 28-A. Génova pesca en el mismo «caladero» que Cs y Vox y los votos del centro y la derecha se reparten entre tres. Poco se ha hecho para remediar esta división. Pero en muchas circunscripciones los electores que se le fuguen a Casado para engordar las mochilas de Rivera y Abascal, lejos de servir para apuntalar la alternativa al socialismo, pueden valer para afianzar las posibilidades de Sánchez.

Si el llamamiento de Casado al voto útil no surte efecto, como así parece a día de hoy, los llamados «restos» van a hacerle un importante roto al PP. Así es. Aunque lo fácil y además vacuo es echar la culpa a la vieja ley D’Hont. Si bien nuestro sistema electoral es el que es desde hace décadas y con él tanto el PSOE como el PP han gobernado con mayoría absoluta. Pudiéndolo reformar, no quisieron hacerlo. Les venía bien la sobrerrepresentación del PNV y de Convergencia por si los necesitaban de muleta. Y vaya si los utilizaron, tanto González como Aznar. Incluso Mariano Rajoy.

Es de malos futbolistas culpar de sus errores al césped. Igual que acordarse de Santa Bárbara solo cuando truena.