Opinión
Enseñanza religiosa, un derecho
En estos días los padres van a solicitar o reservar plaza para sus hijos en los diferentes colegios, escuelas o institutos para el próximo curso y tendrán que elegir o no libremente la enseñanza religiosa y moral escolar. Es esta una decisión importante que no se puede trivializar y es un deber de los padres el hacerlo, como también es un deber muy principal de los centros el advertir de esta libertad de elección al matricular a los alumnos. La enseñanza religiosa es un aspecto fundamental en la formación integral de la persona y un elemento imprescindible en el ejercicio del derecho de libertad religiosa. La Constitución así lo reconoce y garantiza. Por eso, no lo olvidemos, se trata de un mandato constitucional. Es un derecho garantizado por la Constitución que hay que cumplir. Estos días se ha hablado mucho de la Constitución por parte de políticos; algunos de ellos que esgrimen, legítimamente, la Constitución para otros temas, se muestran sin embargo remisos o ambiguos en esta cuestión; sabemos por sus programas que son contrarios a la enseñanza religiosa en la escuela, creo que por motivos ideológicos o por considerarla que es un privilegio de la Iglesia y fruto del «Concordato», como le llaman algunos en su ignorancia en lugar de Acuerdos, con la Santa Sede que habría que abolir. Estos políticos y otros como ellos se equivocan de medio a medio al considerarla un privilegio o al considerar que es fruto de un Concordato o unos Acuerdos: una vez más, lo repito, la enseñanza religiosa y moral está en la escuela en virtud de la Constitución misma .
La ignorancia es muy atrevida, a veces ciega y, a veces también, no exenta de tendenciosidad y aun malicia. Que se lean bien la Constitución, y verán que es la única materia que la Constitución marca que ha de estar en la educación, aunque no sea obligatoria, pero que sí sea de obligada oferta en los centros y de libre elección por parte de los padres, verdaderos y principales responsables de la educación de los hijos.
La enseñanza de la religión en la escuela no es un privilegio de la Iglesia Católica en el marco escolar. Cuando el Estado garantiza la enseñanza de la religión y moral en la escuela cumple sencillamente con su deber; y fallaría en ese mismo deber para con los ciudadanos –y por tanto para con la sociedad– si no propiciase el libre y pleno ejercicio de este derecho o no posibilitase de manera suficiente su adecuado desarrollo; la libertad de enseñanza, la capacidad de elegir un determinado tipo de enseñanza no se agota en la libertad de elección de centro, como algunos parecen entenderlo por la defensa que hacen de esto; no voy a poner ninguna traba a la libertad de elegir centro que garantiza también la Constitución; pero esto mismo no puede suponer en modo alguno que no se defienda con la misma fuerza, y si cabe más, la libertad para elegir la enseñanza o educación moral y religiosa conforme a las convicciones religiosas y morales propias, tanto en la escuela de iniciativa social, como de iniciativa estatal. En estos momentos, es preciso reconocerlo, el ejercicio de este derecho está reconocido y amparado: Pero debe respetarse ese reconocimiento y ese amparo, y no en todas partes ni en todas las Comunidades Autónomas se respeta como se debe. Los padres y los alumnos han de defender y reclamar este derecho que les asiste. Defenderlo y exigir que se cumpla en todas sus exigencias, en equiparación al resto de las otras áreas de aprendizaje o disciplinas principales, es defender, en su raíz misma, el ejercicio de las libertades fundamentales. Inhibirse o no reclamar todo lo legítimamente exigible en este terreno, vale tanto como dejar libre el camino al recorte de otras libertades y a la desmoralización de la sociedad. Para los católicos, para los padres, es un deber muy serio y una necesidad grande la formación religiosa y moral en los centros en que se forma el hombre y la sociedad futura. Con frecuencia en ciertos medios y por algunos grupos se vierte la idea de que la clase de religión y moral confesional es algo atávico y una rémora para la modernización de la sociedad –libre, autónoma y laica– que la Iglesia trata de mantener empecinadamente como privilegio particular, para «adoctrinar». Por eso estos mismos intentan imponer un tipo de enseñanza en la que la religión y la moral confesional no cuente, desaparezca o se debilite o se vea llena de impedimentos y marginaciones. Algunas legislaciones autonómicas están incurriendo en este error y violación gravísimos contra derechos fundamentales, error y violación que está en contradicción con un sistema de libertades y derechos fundamentales, como es un Estado democrático. No caigamos en la trampa de considerar que el tema de la enseñanza religiosa escolar es un asunto privado o de la Iglesia, aunque ella como servidora de los hombres tiene la obligación, gravísima obligación y deber, de promover los derechos que asisten a la persona humana y de trabajar por la humanización integral. Es una cuestión en la que está en juego la persona y la sociedad. Se necesita un apoyo social mayor y más efectivo a este derecho y deber, por la importancia que la enseñanza religiosa tiene para el «aprender a ser hombre» y el arte de vivir, y a realizarse como persona con sentido, libre y verdadera. Lo que se haga en este terreno contribuirá al rearme moral de nuestra sociedad, sin lo que no hay progreso digno de llamarse así. ¡Padres reclamad y exigid la enseñanza religiosa y moral para vuestros hijos! El domingo pasado se celebraron las elecciones con los resultados conocidos. Felicito al pueblo español y a los partidos políticos y a los candidatos por los resultados, sobre todo a los ganadores que han de mirar a todos sin excepción. De todos, sean cuales hayan sido estos resultados, cabe esperar el apoyo y promoción del bien común, el respeto y promoción de los derechos y libertades fundamentales con sus respectivos deberes, la concordia en libertad, un verdadero progreso-desarrollo integral para todos y un gran futuro de esperanza para el conjunto de los ciudadanos que formamos la España única especialmente para los más pobres y necesitados; también espero de todos que cumplan y desarrollen lo que la Constitución dice y reclama en el campo de la enseñanza sin recorte alguno y sin intereses añadidos.
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